Política

México siempre fiel

  • Hacha y machete
  • México siempre fiel
  • Cruz Amador

Esta semana pensaba escribir sobre los números rojos en los que se encuentra nuestro país, la cantidad de sangre que corre por todos los estados de la República, la ya choteada ola de violencia que sigue creciendo en cada resquicio de nuestro suelo, las lágrimas de las familias de los desaparecidos e incontables casos de corrupción que golpean nuestra patria; pero no. Y no es que la situación sea poca cosa, todo lo contrario, sin embargo, habrá otros —mejor preparados y más aguzados que yo— que expondrán y que vienen exponiendo el tema desde hace ya un buen rato.

Así que me decidí, dado el día, a escribir sobre la necesidad que tenemos los mexicanos de poner caras, de ese crush que tenemos con los cuerpos.

En México desde que somos pequeños nos enseñan a respetar a los héroes que nos dieron patria, a quienes la defendieron y han dado su vida defendiéndola. Nos han hecho crear una divinidad y llevarlos al punto de la beatificación. Podrá decir que en otros lugares también pasa, y sí, pero prefiero enfocarme en mi contexto.

La creencia que nos han inculcado, porque no es historia lo que enseñan, sino un patriotismo que hiede a religión, se basa en el sacrificio desinteresado que figuras como Miguel Hidalgo han tenido, y con base en eso nos imponen valores morales y un amor desmesurado a una bandera que llamamos madre.

La adoración a los personajes de la historia llevó, a quienes han planeado la educación, a retocar los momentos oscuros o poco respetables que poco a poco han salido a la luz como una especie de secreto a voces. Ahora sabemos que las intenciones del cura Hidalgo no eran tan desinteresadas ni liberadoras, de los placeres que se permitía y otras cosas. Pero no es el único, cada vez, muchas personas empiezan a valorar a Díaz y comienzan a hablar —no sin razón, creo yo— del autoritarismo de Juárez y su clasismo marcado. No crea que prefiero a un dictador a un posible dictador, sólo me gusta poner las cartas en la mesa.

Los héroes revolucionarios también tienen marca, Emiliano Zapata fue tachado de homosexual como si eso de alguna manera pudiera demeritar su lucha. Los acostones de El Caudillo del Sur están, según algunos, en un diario en donde relata cómo gustaba de algunos miembros de su ejército. Francisco Villa, por otro lado, es tachado de bandido y violador, que es verdad.

Sin embargo, la cuestión no es si nuestros héroes eras seres humanos o santos glorificados, sino cómo nos han enseñado a venerarlos; incluso si en los libros de texto se expusiera a los personajes como son, con sus subidas y bajadas, los mexicanos seguiríamos adorándolos, aceptamos creer incluso sabiendo que no es verdad, por una necesidad de pertenecer a una comunidad.

El ejemplo más claro son los niños héroes, todos sabemos que la anécdota es falsa, sin embargo, se sigue enseñando en los libros de texto y hasta hay un día de conmemoración, los nombres siguen circulando por el colectivo mexicano, porque no es lo mismo decir que es el día de la conmemoración de la lucha en el Castillo de Chapultepec (que además se perdió), a nombrar a los niños que con amor por su país murieron por un ideal. Apesta a ideología, ¿no le parece?

Y ahora sí, como dice el meme, ¿por qué somos así? Por la costumbre en el mexicano de ser la víctima. Siempre hay alguien que nos oprime, nos esclaviza, nos pega, nos hace. Los héroes han salido a relucir cuando hay un antagonista con el que no podemos por ser pobres, esclavos, morenos. Hidalgo y su pandilla salieron en contra de los españoles que nos esclavizaron; Juárez ante la insistencia de crear un imperio en México, contra ese rey austriaco que vino a dormir en camas llenas de chinches y con planes para modernizar el país, ¡mal nacido!; los revolucionarios contra la tiranía de Díaz —el más juarista de todos—; los revolucionarios contra los revolucionarios; Colosio —el héroe que nunca fue— contra el PRI; y así hasta llegar a nuestro próximo Presidente: AMLO, que va contra la maquinaria neoliberalista encarnada en un demonio llamado PRIAN —¡ja!, claro—, la mafia del poder, etcétera.

No es de extrañarse, por todo lo expuesto, que millones de mexicanos vean a López como el nuevo liberador, la bandera de una generación, el Prometeo que nos traerá la luz y nos salvará de la obscuridad. No vemos nuestra historia y seguimos repitiéndola como una telenovela —Marimar o María la del barrio son la mejor ejemplificación del pasado, presente y futuro de México, es un personaje que nos representa a todos—, o ¿usted cree que es por amor que el Presidente electo se quiera comparar con Juárez?, o ¿que su partido se llame MORENA?

Tal vez sea tiempo de parar un poco, es común escuchar ahora que tenemos que actuar, que hay que cambiar la realidad con hechos y no detenernos hasta que todo esté mejor, pero —y en esto soy fiel seguidor de Zizek— es momento de analizar, de ver los porqué, de conocer las causas, de comprender cómo hemos llegado a este punto. Muy a mi pesar, debo admitir que los filósofos nos hacen falta. Hawking dice en uno de sus libros que la filosofía ha muerto, tiene razón, pero debe renacer de entre sus cenizas. Si no conocemos y comprendemos nuestra historia, será imposible vislumbrar un futuro y mejorar el presente. Ya sé que soy romántico en esta parte, ¿qué quiere?, si estudié Ciencias Sociales y Humanidades.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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