Política

100 años, 10 personajes

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  • César Romero

“La historia de México puede ser contada como el recuento de un largo rosario de caudillos y caciques”, me dijo hace mucho tiempo una profesora convencida de que vivíamos una especie de restauración del viejo régimen porfirista.Inspirado en dicha perspectiva y con el simple ánimo del divertimento me atrevo compartir aquí mi selección de los 10 grandes personajes que definen la política nacional de los últimos 100 años. Pienso, sobre todo, en un(a) hipotétic@ lector(a) de nueva generación.

1. Plutarco Elías Calles (1877-1945). Recalcitrante antagonista de la “santa madre iglesia”, nunca ocultó su profundo desprecio por los inmigrantes chinos, tuvo el talento de unificar múltiples facciones que, literalmente, se mataban entre sí y logró el milagro semántico y político de “institucionalizar” la “revolución” mexicana. Desde el poder presidencial creó una formidable maquinaria político-electoral que durante más de 70 años gobernó al país a partir de dos grandes mentiras: “democracia y justicia social”.

2. Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970). Militar con enorme talento político, perfecciona el partido de Estado, impulsa una profunda reforma agraria, la “educación socialista” y lee mejor que nadie el convulsivo entorno que lo rodea para tomar dos decisiones de gran trascendencia histórica: la nacionalización del petróleo y –en una especie de acto de contrición que le garantiza su lugar como el presidente mexicano más importante del último siglo--, pasar el bastón de mando a un personaje relativamente menor, pero que ofrece estabilidad interna ante un mundo en guerra. Crea una dinastía – hermano, hijo, nieto, --, capaz de mantenerse en la cima durante décadas.

3. Miguel Alemán Valdés (1900-1983). Con él inicia la era de los “cachorros de la revolución”, los licenciados en el poder. Adopta una versión americanizada de la modernidad ideal para impulsar los negocios por encima de todos. Amigo y socio de los grandes intereses económicos –el boom de Acapulco y la televisión privada, entre muchos otros--, hizo del verbo favorito de los viejos revolucionarios –“carrancear” --, un verdadero juego de niños. Su dinastía también llegó lejos.

De la llamada “docena trágica” (Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo), prefiero esperar a que las aguas de la pasión terminen de asentarse y llegue el veredicto histórico. Me quedo con una pincelada testimonial


--Don José, usted asegura que duplicó la economía nacional, pero hay quienes dicen que se quedó con muchísimo dinero. Miles de millones de pesos.

---¡Nohombre!... ¡No fue tanto!


4. Fidel Velázquez Sánchez (1900-1997). Con el paso del tiempo todo se desgasta, pero seguramente la historia de este lechero del Estado de México es una de las más ilustrativas sobre lo que fue el viejo régimen. Líder de la Central de los Trabajadores de México a consecuencia del repliegue estratégico de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, se mantuvo en la cima del sindicalismo mexicano durante medio siglo y hasta su muerte a los 97 años de edad. “Oráculo de Vallarta” (la calle donde despachaba) por décadas fue pieza central de un sistema “de partido hegemónico” que ofreció mínima movilidad económica y paz social (relativa).

5. Fernando Gutiérrez Barrios (1927-2000). Personaje de leyenda. “Último autodidacta” de la política mexicana, tuvo estudios formales mínimos, alcanzó el rango de capitán en el Ejército Mexicano y llegó a ser el policía político más eficiente del país y al mismo tiempo héroe para la revolución cubana. Desde la Secretaría de Gobernación, durante varios sexenios fue testigo directo, sino que protagonista, de algunos de los episodios más difíciles de la historia reciente. Garante de la seguridad nacional a partir de un peculiar estilo descrito alguna vez como “puño envuelto en guante de seda” se consideraba un “profundo conocedor de la geografía humana de mi país”, mirando directamente a los ojos a su interlocutor, reconocía tácitamente los cuestionamientos en su contra y decía: “Fue por México. Todo fue por México”.

6. Carlos Hank González (1927-2001). Autodefinido de manera inmejorable con aquello de que “un político pobre es un pobre político” es la estampa perfecta del alcance seductor de un régimen sostenido por la corrupción y las complicidades. Su propia dinastía –sus hijos Jorge y Carlos—son también grandes estampas de su tiempo y circunstancias: el colorido cacique fronterizo y el impecable banquero en proceso de convertirse en el número uno del país

7. Carlos Salinas de Gortari (1948-). Heredero de una peculiar camarilla –viene del privilegio y la ambición--, supo reclutar a los tres personajes anteriores para impulsar una nueva gran modernización del país, también orientada hacia el norte: el capitalismo oligopólico en la versión que promovían Margaret Thatcher y Ronald Reagan. “Vampiro tecnocrático” lo definió alguna vez el profesor Lorenzo Meyer, se quedó muy cerca de adueñarse de la vieja clase política, utilizando el marketing ideológico –“liberalismo social” le llamaba--, para reinventar al viejo régimen. Junto con su alter ego –su hermano Raúl— históricamente conforman un mismo personaje, una especie de Dr. Jekyll and Mr. Hyde.

8. Vicente Fox Quezada (1942-). Ranchero y folclórico gerente de la Coca Cola en el país, fue este el personaje que pasará a la historia por una sola cosa. Una y suficiente: sacó al PRI de Los Pinos. Católico practicante, rompe de muchísimas maneras con la vieja liturgia política nacional (incluido el panismo convencional con el cual tenía muy poco que ver) y aprovecha parcialmente un contexto internacional favorable (libre comercio y precios altos del petróleo), para impulsar el último avance en movilidad social de amplios grupos que aspiran a un país de “bochos” y “changarros”.

9. Andrés Manuel López Obrador (1953-). Terco y ambicioso como pocos, pasó más de 20 años en campaña antes de llegar a la presidencia. Capaz de formular el diagnóstico más certero sobre los dos principales problemas del país –la corrupción y la injusticia social--, su mérito parece que quedará ahí, en el diagnóstico. Pues en el campo de los resultados: ni seguridad, ni crecimiento económico; hay más pobreza, ninguno de los peces gordos cayó (y mucho menos de su círculo más cercano). Sea karma o como se quiera llamarle, no parece casualidad que como presidente de la República haya centrado su principal estrategia en la misma característica que él mismo denunció con un estruendoso “¡Cállate chachalaca!”

10. Aún no le conocemos por su nombre. Todo parece indicar que llegará a la silla presidencial, como casi siempre, por la voluntad de su antecesor, pues la amplia base de clientela política construida por la 4T le alcanzará para superar en las urnas a una oposición por demás desenfocada. Y aunque es harto probable que ella, o él, se conviertan en un asterisco más en la historia política nacional, también es posible que sus propias circunstancias los lleven a reconocer la conveniencia de superar la era de los tlatoanis, los caudillos, los mesías, en beneficio de opciones más serenas, justas, limpias y, por qué no, democráticas.

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Profesor de la UNAM




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