Política

Talibanes involuntarios

Deje le cuento una indiscreción. ¿Recuerda que hace un mes comentábamos de las Amistades Peligrosas, esas que nos hostigan porque quieren que les digamos por quién vamos a votar?

Porque hay personas que se han casado gratuitamente con un candidato al que quizá no han visto en persona nunca en su vida, pero que creen ciegamente en él y lo que dice se lo compran como dogma de fe, como si fuera un nuevo apóstol mexicano que decidió, por mandato divino, erigir su templo en cada Pedro, en cada Juan, en cada María, en cada Javier o Guadalupe o quién sea que se sienta tocado por la gracia del nuevo pastor que resucita, no al tercer día, sino cada seis años (¡Alabado seas por ser tan terrenal y paisano de los mexicanos!)

Deje le cuento el caso de uno de esos “Pedros” que sintió el llamado y del que yo me precio de ser su amigo –tal vez, después que él lea esto, ya no querrá serlo-.

A él no lo podría encasillar en el estereotipo del seguidor del pastor transexenal, no. Cuenta con estudios superiores y con un buen empleo en una muy reconocida empresa trasnacional que le ha llevado a viajar por el mundo.

Fue hace unos meses –quizá ya va para el año- que en sus pláticas a través de un grupo de Whatsapp y de sus redes sociales advertí que le interesaba en particular la contienda presidencial. Al poco tiempo pude ver que él tenía –al igual que yo y muchos más- un fuerte malestar por la serie de cosas que se han suscitado en el sexenio, desde los escándalos de corrupción hasta los gasolinazos, la creciente violencia e impunidad y la más insultante soberbia institucional.

Poco a poco él fue resaltando las virtudes de uno de los que ahora es candidato. Poco a poco, en cualquier charla, del tema que fuera, él entraba con la palabra de su Señor y cuando nadie hablaba del tema, preguntaba algo que le diera el pretexto para dictarnos el camino de rectitud política que las ovejas descarriadas -de dicho grupo- deberíamos de tomar –ajá-.

De la inconformidad inicial pasó a la sugerencia, de la sugerencia a la insistencia, y de la insistencia a una singular obsesión: saber por quién vamos a votar cada uno de sus amigos. Lo preguntó, primero, en tono de broma, después en tono serio. Pocos accedieron, pero eso no se podía quedar así... Del “debate serio” pasó al intento de extorsión, algo así como si no estás con mi pastor, estarás fuera del paraíso nacional. Claro, se le tomó a chunga y se soltó el bullying penitencial en su contra. No aguantó: se salió del grupo, pero, lo volvieron a meter y a los días se volvió a salir; una vez más lo metieron y volvió a apartarse, pero la historia no termina allí.

En esas andaban él y el grupo cuando él me mandó un Whatsapp -que era privado, hasta ahora- y que reza: “Si prometo no decirle a nadie, me dirías por quién vas a votar?”. ¡La risa aún me gana al verlo –no lo he borrado, jajaja-, es terapeútico!

Que su pastor le premie su sacrificio y madera de mártir, porque, por lo que toca a mí, me guardaré mi preferencia electoral hasta estar en la intimidad de la mampara electoral. Mientras tanto, seguiré divirtiéndome con los apóstoles involuntarios y otras diabluras terrenales. Amén.

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Celso Mariño
  • Celso Mariño
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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