Todo proceso de reconstrucción nacional necesita de un pacto en el que participe la mayoría de las principales fuerzas y sectores de un país.
En la entrega anterior recordamos que sí existe una institución constitucional que sí puede (por que ya lo hizo una vez) incidir en la rectificación del rumbo que se tenía trazado desde Palacio Nacional.
Entre octubre y noviembre de 2020 la discreta, pero durísima y evidente intervención de esta institución logró que en cuestión de horas el discurso oficial no solo pasara de una recriminación burlona a una exigencia de liberación del ex Secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, sino que se comprometiera hasta la honorabilidad de la Fiscalía mexicana a sabiendas de que acá lo exonerarían, tal como ocurrió el 15 de enero de 2021.
Si el primer paso es la intervención -por segunda vez- de esta institución, lo siguiente sería convocar -y concretar- un gran acuerdo nacional con todos los actores posibles y con un par de propósitos claros que deben estar por encima de cualquier pretensión de grupo o sector: la reinstauración de la institucionalidad constitucional y el restablecimiento del estado de derecho –hasta donde sea posible-, ambas condiciones indispensables para retomar la estabilidad y aspirar a un crecimiento en todos los aspectos.
La fórmula de los grandes acuerdos nacionales no es nueva como tampoco infalible. En la España post Franco se convocó a los muy famosos Pactos de la Moncloa en los que no participaron todos los sectores y gremios de ese país, pero sí los suficientes para que se respaldaran después por el Poder Legislativo y se volvieran la ruta de salida de la crisis sociopolítica por la que atravesaban.
Han existido grandes acuerdos nacionales exitosos –o medianamente exitosos- en México, como los “neoliberales” Pactos de Solidaridad Económica de los tiempos de Miguel de la Madrid-Carlos Salinas de Gortari, y otros que no han servido para nada, pero la crisis actual requiere un gran pacto político, social y económico que permita recuperar, al menos, un clima de esperanza en la seguridad, en las autoridades y en el sentido común.
Celso Mariño