Tras la definición de las candidatas presidenciales de las dos principales coaliciones electorales rumbo al 2024, algunos se preguntan si México está preparado para ser gobernado por una mujer.
La lógica, la razón y el sentido común nos dirían que sí, que ya hay la madurez cívica para ello una vez que ya han ocupado los principales puestos en la administración pública local y nacional.
Como muestra de esa apertura y cultura de inclusión están la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Ministra Norma Piña -quien ha hecho un estupendo trabajo defendiendo la soberanía de ese poder y garantizando la constitucionalidad ante iniciativas de reformas contrarias a la norma-; está también el Instituto Nacional Electoral que es encabezado por Guadalupe Taddei, y no se diga la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el Instituto Nacional de Transparencia que ya han sido encabezados por mujeres.
En el Congreso de la Unión las mujeres han presidido las Cámaras a través de reconocidas legisladoras y desde 1979 con Griselda Álvarez, en Colima, las mujeres también han ocupado gubernaturas de varios estados del país al igual que dirigencias de partidos políticos desde María de los Ángeles Moreno en el PRI en tiempos del Presidente Ernesto Zedillo, en 1994.
Lo que México no ha vivido es tener mujeres en tres posiciones clave para la vida y estabilidad política del país: No hemos tenido una mujer titular del Poder Ejecutivo federal, pero tampoco una mujer secretaria de la Defensa Nacional ni una mujer secretaria de la Marina.
Por mandato constitucional cualquier persona que asuma la Presidencia de México es, en automático, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y hasta ahora han sido varones.
¿Qué puede pasar, cuáles son los escenarios con la milicia al momento que en 2024 muy probablemente una mujer sea electa titular del Poder Ejecutivo federal?
Lo natural sería decir que habrá obediencia y disciplina, sin embargo, si revisamos la estructura de las instituciones que conforman las Fuerzas Armadas, ninguna mujer ocupa un cargo relevante, incluso, ni en la Guardia Nacional ideada como corporación civil, pero bajo el control de militares. ¿Lealtad de género?