La gestión de Genaro García Luna al frente de la Agencia Federal de Investigación, la AFI de los tiempos del Presidente Fox, le generó reconocimientos, pero fue a su llegada a la Secretaría de Seguridad Pública federal en 2006 -a los 37 años de edad- en el sexenio del Presidente Felipe Calderón cuando capitalizó sus mayores logros como policía.
Anteriormente García Luna recibió durante cuatro años consecutivos el reconocimiento a la excelencia y una vez la medalla al valor, todo esto en su paso por el CISEN. También la Orden al Mérito Policial con Distintivo Rojo otorgado por el Gobierno de España; premio al servicio profesional que le otorgó la International Association of Law Enforcement Intelligence Analysts y dos reconocimientos, en 2004 y en 2006 de parte del Buró Federal de Investigación de Estados Unidos (¿Recuerdas algún otro mando de policía mexicano reconocido en dos ocasiones por el FBI? Yo tampoco).
Incluso, en 2005 la Organización Internacional de Policía Criminal, la INTERPOL, le entregó el Distintivo de Plata y en marzo de 2006 el reconocimiento por su “Lucha contra el Narcotráfico” otorgado por ni más ni menos que por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, la DEA.
Fue como titular de la AFI cuando comenzó a perder piso y “produjo” el falso operativo del 9 de diciembre de 2005 conocido como el montaje Florence Cassez en el que involucró al periodista Carlos Loret.
Con tales credenciales, pero sobre todo con el visto bueno de los güeros, la llegada de García Luna a la Secretaría de Seguridad Pública parecía no solo necesaria sino ineludible. Con recursos, todo el apoyo Presidencial y una imagen de súper policía que rebasaba las fronteras García Luna probó las mieles del poder al grado que hubo quienes lo veían con posibilidades de brincar a la arena electoral, sin embargo, esos ánimos se fueron minando conforme fueron apareciendo investigaciones periodísticas y libros que lo involucraron con capos como Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “el Mayo” Zambada y con Édgar Valdez Villarreal “La Barbie”. Lo acusaron de desde ser colaborador, cómplice y hasta beneficiario de recursos procedentes del narcotráfico. En una semana, el pecado compartido.