Putin es responsable de la forma bárbara y salvaje como ha hecho la guerra en Ucrania. ¿Pero quién es responsable de la crisis que la desencadenó? Es vital que Occidente tenga clara la respuesta a esta pregunta, para que pueda normar su conducta frente a Rusia.
The Economist abrió un espacio para debatir el tema. John Mearsheimer, profesor de la Universidad de Chicago, en un artículo muy leído, dio la siguiente respuesta: “Occidente, y en especial Estados Unidos, es el principal responsable de la crisis que estalló en febrero de 2014”. Mearsheimer afirma que la crisis de Ucrania comenzó en abril de 2008, durante la Cumbre de la OTAN en Bucarest, cuando el presidente George W. Bush propuso incluir en la organización a Ucrania, una república que formó parte de la Unión Soviética. Moscú reaccionó con indignación: hizo saber que jamás aceptaría la transformación de Ucrania en un país hostil a Rusia. Pero Washington no escuchó: siguió adelante con la estrategia de convertir a esa república en un aliado de Occidente, por medio de su acercamiento con la Unión Europea y la OTAN, y propiciando la consolidación de un régimen democrático proamericano en Kiev. La crisis estalló en febrero de 2014, cuando el presidente prorruso Viktor Yanukóvich fue derrocado por un movimiento popular en Ucrania. Moscú reaccionó de inmediato con la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas del Donbas. El país quedó dividido. Entre 2014 y 2021, prosigue Mearsheimer, Ucrania recibió armas y entrenamiento de parte de la OTAN, y participó en operaciones militares con la organización, entre ellas los ejercicios navales de julio de 2021 en el Mar Negro, que involucraron a 32 países: la Operación Brisa del Mar. Ucrania se convirtió de facto en un miembro de la OTAN. En noviembre de 2021, Washington y Kiev firmaron un acuerdo para impulsar las reformas necesarias para integrar a Ucrania, decía el acuerdo, “a las instituciones Euro-Atlánticas”, bajo la guía de “la declaración de la Cumbre de Bucarest de 2008”. Rusia respondió con la acumulación de sus fuerzas en la frontera de Ucrania. Exigió su neutralidad; la rechazó de nuevo la OTAN. Ocurrió la invasión.
La respuesta más persuasiva a la tesis de Mearsheimer es la que dio la semana pasada Sir Adam Roberts, profesor de la Universidad de Oxford. Reducir la crisis de Ucrania a la declaración de Bucarest es simplista, dice Roberts. Otros factores la explican. Menciona tres. Uno, la dinámica traumática que acompaña la desintegración de los imperios (como el de Yugoslavia y el de la URSS), que plantea problemas muy graves: qué fronteras tener, qué constitución, qué lengua, qué religión, qué amigos y qué enemigos, y qué trato para las minorías (la rusa, en el caso de Ucrania). Dos, la obligación de Estados Unidos de intervenir en un país, Ucrania, que poseía armas nucleares, a las que renunció en favor de Rusia a cambio de la promesa de Washington y Moscú de garantizar su integridad territorial, garantía que fue violada en 2014 con la ocupación de Crimea. Y tres, los anhelos de los propios ucranianos, que desean en su mayoría tener un sistema político democrático liberal, distinto al que quiere Moscú. La expansión de la OTAN complicó las cosas. Pero afirmar que Occidente es el principal responsable de la crisis en Ucrania va demasiado lejos.
Carlos Tello Díaz
Investigador de la UNAM (Cialc)