Nadie duda de que la estrategia de seguridad del gobierno federal ha cambiado desde la toma de posesión de Claudia Sheinbaum. Ahí están el número de operativos, decomisos, arrestos; la movilización del Ejército y la Guardia Nacional (que es el “otro” Ejército).
Omar García Harfuch llegó con otras instrucciones y otra idea de cómo terminar con la violencia y la inseguridad, una que tiene poco que ver con abrazar a alguien y más bien emprender el camino de la confrontación con grupos y, según se ve en varios operativos, las fuerzas políticas locales que los consienten y acogen en sus territorios.
En los últimos años, lustros, las organizaciones criminales se han ido apoderando en muchos estados de la República de territorios completos para hacer negocio. Con la complicidad de autoridades o imponiendo el terror y muchas veces la muerte, dominan actividades económicas de varias zonas del país.
Los reportes de esto sobran, pero valgan como ejemplo algunas líneas del reportaje publicado aquí ayer por Jorge Martínez: “Miembros de la facción Los Mayitos, del cártel de Sinaloa, se apoderaron de al menos tres fincas cafetaleras de la sierra de Chiapas, principal zona productora de café del país, y obligan a pobladores a cortar el grano a cambio de respetarles la vida y sus propiedades.
“Las personas que son explotadas por el grupo criminal son las que se negaron a participar en las barricadas realizadas en agosto de 2024, cuando ciudadanos amenazados por el narco trataron de impedir la llegada del Ejército a la zona, donde en ese momento el cártel de Sinaloa libraba una guerra con el Cártel Jalisco Nueva Generación”.
Café en Chiapas, el cártel de Sinaloa. Y así podemos recorrer decenas y decenas de zonas del país en varios estados donde el negocio es otro, es el que ante la ausencia o complicidad del gobierno los que mandan y cobran son otros.
Es cierto que muchas de estas organizaciones nacieron con (y aún participan) en el mercado de las drogas, pero sus ingresos y sus actividades se han diversificado y ahora siembran el terror por todas partes.
Y llegó Trump. Lo cual ha obligado al gobierno a concentrar recursos, inteligencia y atención en la frontera y el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.
La pregunta es si con recursos limitados, policías locales abandonadas hace tiempo, se podrá combatir el problema que realmente acecha cotidianamente a los mexicanos, que cada vez tiene menos que ver con el narco.