Desde 1971, cuando Richard Nixon anunció la guerra contra las drogas que ha marcado la vida de aquel país y del nuestro en el último medio siglo, hay en la región más muertos —por consumo o por la violencia para detener el mercado—; y más consumo que lo que nadie hubiera imaginado.
En Estados Unidos el fracaso es enorme.
Ya sea por el abuso del “crack”, después del “oxy”, ahora del fentanilo, siempre de la heroína; la sociedad estadounidense suma y suma muertes y sus vecinos, nosotros, por la violenta guerra contra los traficantes.
Pero el problema va más allá del consumo, las cárceles se llenan de consumidores y vendedores —por más que López Obrador diga que allá no se hace nada.
Van algunos datos: El 46% de los presos en una prisión federal está allí por delitos relacionados con las drogas. El 59% de todas las mujeres sentenciadas a una prisión federal está cumpliendo condena por delitos de drogas. El 45% de todos los hombres sentenciados a una prisión federal está cumpliendo condena por delitos de drogas.Casi el 60% de los presos federales hispanos estaba en prisión por delitos relacionados con drogas.
El 26% de las reclusas estatales está cumpliendo condena por delitos relacionados con las drogas. El 13% de los presos estatales varones está cumpliendo condena por delitos relacionados con las drogas. El 3.7% de los condenados a una prisión estatal tenía posesión de drogas como su delito más grave. El 10.4% de los condenados a una prisión estatal tenía otro cargo de drogas como su delito más grave, incluida la fabricación y venta de drogas. Un tercio de todos los prisioneros estatales cometieron sus crímenes para obtener drogas u obtener dinero para las drogas.
Uno de los pilares de este fracaso de medio siglo con esas consecuencias tiene que ver con una visión conservadora/religiosa, como la de nuestro presidente, respecto al consumo. En lugar de regular, supervisar, educar, prohibir.
Por ejemplo, muchos estados han legalizado y regulado la mariguana, pero el gobierno federal, es decir el legislativo federal, no se atreve.
Si a eso le aumentamos el asunto de las armas en donde la industria aliada con, sí, los conservadores republicanos no permiten su supervisión pues entonces tienen lo que tienen.
Y son tiempos de elecciones en Estados Unidos y en México, nada cambiará pronto.