La manera de actuar de la mayoría en el Congreso federal con las iniciativas de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador; más los ataques, que incluyen una propuesta de cambios en la Constitución, contra el Poder Judicial; más el elogio disciplinado y cursi de gobernadores y gabinete al Presidente —incluyendo desplegados— son un buen pretexto para releer a Jorge Carpizo y su libro El presidencialismo mexicano (1978). Hace 46 años.
Dice en su capítulo 16.
“Una pieza clave del sistema político mexicano es la existencia de un partido político semioficial denominado Partido Revolucionario Institucional”.
“El PRI, partido semioficial o completamente preponderante, ha sufrido un proceso interior de centralización, habiéndose concentrado los poderes en el Comité Ejecutivo Nacional y, dentro de éste, en el presidente del mismo, quien realmente es nombrado y removido por el presidente de la República. Éste designa también a los dirigentes de los sectores que integran el partido salvo al líder de la CTM”. Esta situación la describe Manuel Moreno Sánchez, quien ocupó importantes posiciones políticas, en la forma siguiente: "De una manera similar a como el presidente de la República dicta acuerdos a los secretarios de su gabinete o a los directores de los organismos o empresas descentralizadas, con independencia a sus consejos de administración o sus comités directivos, el dirigente aparente del instituto político, ahora denominado PRI, recibe órdenes presidenciales y las realiza haciendo intervenir mecánica y pasivamente, a los órganos que lo constituyen conforme a los estatutos. Basta con que les informe lo que desea y manda el señor presidente para que los órganos procedan con la tarea”. El jefe real del PRI es el presidente de la República y nadie lo discute o lo duda. Manuel Bartlett, funcionario público, escribió en una revista oficial, y no fue desmentido, que el presidente mexicano es un líder partidista y que es la fuerza del partido la que otorga al Ejecutivo el apoyo indispensable para efectuar su labor progresista de modernización y de transformación estructural.
O como se lo dijo el PRI a José López Portillo por aquellos años “es usted –presidente de los mexicanos, investido con la suprema autoridad ejecutiva constitucional por el voto popular— el guía superior ideológico y político del partido”.
Pues sí, suena para explicar el presente.