La instalación en Nuevo León de la fábrica de autos eléctricos más grande del mundo, Tesla, ha sido reivindicada como un logro tanto del gobierno estatal como del gobierno federal; a pesar de que éste último se ha vanagloriado de combatir al “neoliberalismo”. No es este el espacio para debatir las implicaciones del concepto “neoliberal”, pero es claro que la construcción de la planta se sujeta a dinámicas de libre mercado, enmarcadas en la globalización.
Con matices (es importante supervisar el impacto ambiental y las condiciones laborales de sus empleados), la inversión de Tesla es buena noticia: no se puede distribuir riqueza que no se crea. La principal expectativa es que la planta genere miles de empleos directos e indirectos en la región, aunque un punto a destacar, no tan presente en el debate, es que también contribuiría a la transferencia del conocimiento.
La llegada de Tesla a México es, sin duda, un símbolo de apertura, innovación y vinculación, y se da precisamente cuando en la Cámara de Diputados comienza la discusión sobre la nueva Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Esta Ley pondrá a prueba las posturas radicalmente opuestas en el seno del gobierno de la 4T. Por un lado, aquellos que apuestan por un México abierto, global y diverso, en donde la ciencia, gobierno e industria colaboran desde la confianza recíproca. Por otro lado, el sector más radical del oficialismo, con una visión ultranacionalista y antiglobal, donde la ciencia es de y para el gobierno.
De esta disputa dependerá el futuro no solo de la ciencia, sino del país que queremos para los próximos 50 años. Ni más ni menos. Si queremos atraer más Teslas y eventualmente crearlas, debemos construir una Ley que promueva y financie la ciencia abierta, vinculada con la industria, no que estigmatice lo privado y lo global.
Tesla existe gracias a la vinculación entre investigación pública e innovación privada; es producto de la “ciencia neoliberal”. Desde 2012 ha recibido más de 2 mil 500 millones de dólares en subsidios del gobierno de Estados Unidos.
Empresas como Tesla vienen e invierten porque confían en la Ley, no en la voluntad de los políticos. No ahuyentemos a la innovación global.
Iván Moreno
Twitter: @carlosivanmoren