Cultura

Nada

En estos tiempos hiperdigitalizados en los que las redes sociales han pasado de ser un canal de información a erigirse en el retrete del mundo, hay dos cosas que suceden de forma frecuente: la primera, que el alud de noticias va sepultando a sus antecesoras, lo cual trae consigo el bendito olvido de cosas que tendrían que ser por completo prescindibles y, dos, la renovación de la capacidad de sorpresa por cuanto puede llegar a inquietarnos.

A medio camino se halla una declaración que por la naturaleza de las redes durará lo que al triste la alegría, pero que por ahora está revoloteando en el imaginario colectivo. Se trata del fragmento de una entrevista que en alguna televisora argenta se le hizo a Cristian Castro y en la que, sin ir más allá, pues se sabe que en la web lo que menos importa es la precisión contextual, responde con inquietante exactitud cuando se le pregunta qué hace en casa.

El Gallito Feliz señala sin miramientos que nada. Con semejante respuesta el entrevistador insiste inquiriendo qué significa y luego de la reiteración nihilista cuestiona que de ir él a la casa del entrevistado qué le encontraría haciendo, con la misma respuesta: nada, absolutamente nada. Entiendo que la situación puede generar el desconcierto del respetable, habituado a estar siempre produciendo algo, pero también tendría que ser causa de otras reacciones.

Nunca como ahora resulta peculiar saber que alguien dedica sus instantes de ocio a ese asunto. A la contemplación, a eso que los clásicos llamaban solaz, es decir, el reposo, y también a ese trance al que los antiguos apelaban cuando anteponían la advertencia del “estatequieto”. El chincual, motivo de muchos malestares sociales por cuanta agitación procuraba, sería el antagonista en la historia del primogénito de La Vero.

Los neerlandeses tienen un método para librarse del estrés. Se llama niksen, e implica lo que el inefable cantante líneas arriba expresaba: la deliciosa capacidad de hacer nada. Ignoro si el ente en cuestión está al tanto de ello, lo cierto es que bien haría la gente en propiciar de vez en cuando la ocasión para depositar en algún sitio su humanidad, dejar de lado cualquier preocupación y entregarse al disfrute de la inexistencia.

El problema es que, proclive como es la humanidad a los extremos, evitar ocuparse de algo se termine convirtiendo en una profesión de fe, una labor de tiempo completo y haya necesidad de sacudirse la modorra que trae consigo. Y se requiera entonces un recurso que saque del letargo o desestrese de la “nadez”. Algo así como gozar de días de asueto para descansar de las vacaciones. Quizá por eso se requiera de sabios que encaminen a la raza a un mejor mañana. Perdónalos, Gallito, ¡no saben lo que hacen!


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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