Cultura

Ma(h)ná, ma(h)ná

Muchas veces lo he dicho, provengo de un entorno radiofónico en el que la música y los temas que se estilan son, por decir lo menos, poco convencionales. No digo demasiado, pero sí lo suficiente para hacer del medio lo que en alguna época sirvió como slogan, una radio diferente. Cuando uno se habitúa al estilo editorial de una estación de esa naturaleza, el consumo cultural derivado de la programación, las entrevistas y, en general, los contenidos, acaba por volverse parte de la vida diaria, incluso más allá del ámbito profesional.

Digo esto para explicar la narrativa musical con toques hiperlactantes que de pronto se percibe entre algunos seres que conforman los medios públicos. Lo digo por el estilo sonoro que se suele adquirir y por las costumbres que en ocasiones estigmatizan aquello que no se atreva a ser distinto a la norma, esa que se aleja de lo denominado mainstream. Y también porque hay una suerte de halo de superioridad moral al saberse alejado de la masificación.

Hace varias semanas que la noticia de la nominación de Maná al Salón de la Fama del Rock and Roll generó mucho ruido y hasta ámpula. Pero como suele ocurrir en tiempos de emergencia informativa, dejó de ser de interés el tema y se perdió en el olvido de las agendas. El hecho también trajo consigo que esta época de inclusión como moda ha propiciado que aquello que antes resultaba impensable hoy sea parte de la dinámica cotidiana.

Ello sin dejar de considerar que la banda tapatía cuenta con demasiados adeptos, por más absurda que resulte su nominación, tomando en cuenta el radicalismo que solía privar en el entorno rocanrolero. Para colmo se trata de la primera agrupación mexicana en recibir la distinción y, peor aún, cabe en el mismo costal que conceptos que gozan de mejores consideraciones.

Al respecto surgen algunas dudas: ¿los criterios a favor son suficientes para consignar su nombre de semejante forma? ¿Tienen razón quienes se rasgan las vestiduras ante tal desvarío? ¿Los argumentos qué legitiman a un concepto y no a otro abonan a la riqueza del género y al consecuente reconocimiento público? Y desde esta perspectiva, ¿quiénes merecen realmente estar o quedar fuera del Salón de la Fama?

Mientras mastico estas preguntas que atosigan el alma me doy a la tarea de ir en pos del texto de Carl Wilson, “Música de mierda, un ensayo romántico sobre el buen gusto, el clasismo y los prejuicios en el pop”, para ahondar en el hecho de que el género que se supone estaba más allá del esnobismo y la moda, es decir, el rock, acabó palmándola como su primo popero. De paso me suscribo en el relativismo del presente, asumo que todo es una cuestión de perspectivas y celebro la música al son de “¡Mahna mahna, patipi tipi!”.


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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