La tragedia acontecida el viernes pasado nos ha dejado dolidos y sin respuesta.
La búsqueda desesperada de explicaciones, tiene inmersa a la sociedad lagunera en un sinfín de interrogantes.
Tristemente la explosión de la noticia en redes sociales también ha contribuido con múltiples teorías y explicaciones sobre lo acontecido.
Algunos comenzaron culpando a un videojuego, otros más decidieron que la falta de valores familiares y la desatención parental fueron los causantes, la desigualdad social, la violencia en la región y muchas más escucharemos durante días, y a pesar de eso, nunca sabremos con certeza las causas que orillaron a que se sucediera esta tragedia.
Sin embargo, es una situación que se suma a una corriente de ejemplos negativos de masacres escolares que se dan a lo largo y ancho del mundo y que al igual que nuestro caso, no tienen una explicación sencilla y mucho menos tienen una respuesta.
Esta situación es un caso excepcional en México, debemos de ser prudentes, no podemos lanzar programas o políticas públicas arriesgadas, que lejos de ayudar, puedan agredir mentalmente a nuestra niñez y juventud. Iniciativas como El programa “Mochila Segura”, no han sido efectivos y además han demostrado que pueden atentar los límites de confianza entre los alumnos, maestros y padres de familia.
No podemos negar la realidad de una violencia existente en las escuelas, según cifras del INEGI casi 1.4 millones de niños entre los 11 y 18 años son víctimas de acoso escolar, pero eso no se va a solucionar revisando una mochila.
Antes de proceder con este tipo de medidas, debemos de diseñar programas donde veamos en nuestros niños y jóvenes, seres humanos con diferentes personalidades, sentimientos e ideas.
Seres humanos que necesitan orientación, sentido, orden, pero sobre todo afecto y cariño.
Las autoridades deben ser prudentes con el apoyo que otorgan las escuelas, los maestros deben ser una guía que apoye el desarrollo integral del alumno, pero los valores comienzan en el hogar y es aquí donde los padres de familia debemos de velar por lo que sucede a nuestros hijos.
Tal vez no sean ellos los que están desorientados con el entorno moderno, tal vez somos nosotros los adultos los que nos distraemos y dejamos a la deriva su formación.
Ayudemos a que sucesos como los acontecidos jamás vuelvan a ocurrir, todo empieza en casa, comprender y orientar a nuestros hijos es nuestra tarea, hagámosla.
