Todos fuimos niños alguna vez, es más algunos seguimos estacionados ahí y sin ganas de crecer.
Y es que la niñez es esa etapa de la vida en la que, ante nuestros ojos, las maravillas del mundo no son solo siete, se multiplican por millones.
EL poder de la imaginación nos hace viajar a cualquier lugar del universo y convertirnos en ese héroe que vela por la paz de la galaxia.
La niñez es maravillosa, para el niño no existen límites, ve posibilidades para todo y en todo. Aún y en la más triste de las condiciones, una lata y dos piedras transforman el entorno en el mejor estadio del mundo.
No vamos a platicar de la explotación infantil que existe, no digo en otros países, en el mismo México. Ni quiero comentar de lo vapuleados que están los derechos de los niños en cuanto a educación, alimentación, salud y un largo etcétera de carencias.
Hoy quiero rendir tributo al niño que existe en nosotros, aunque este sea uno de los dichos más trillados, especialmente en días como este 30 de abril.
Según definiciones, ser niño es simplemente ser lo opuesto a un adulto y esa es la definición que mejor nos acomoda.
El ser humano al transformarse en adulto comienza a involucrarse en situaciones que lo alejan de la sencillez de la niñez, las responsabilidades, las obligaciones, las preocupaciones por el vivir diario nos alejan de los momentos de creatividad, espontaneidad, ingenio y hasta irreverencia, con la que solíamos resolver nuestros más grandes problemas.
A través de los ojos de un niño, las grandes responsabilidades del adulto pueden ser más llevaderas.
No existe tal vez la varita mágica para solucionar cualquier problema y quizá nunca encontremos el tesoro escondido de un pirata que aliviaría cualquiera de nuestras necesidades financieras, pero con el optimismo y la creatividad de la infancia, hagamos que al menos por un momento de nuestro día, nuestro ánimo mejore y podamos encontrar con nuestros binoculares encantados la mejor solución a todo lo que nos preocupa. Honremos al niño que todos llevamos dentro y dejémosle salir a jugar de vez en cuando, le aseguro que veremos la vida de un modo diferente, de un modo mejor.