El día de hoy se realizan las llamadas elecciones intermedias en los Estados Unidos. 435 puestos de la cámara de representantes, 35 puestos en el senado y 36 gobernadores de estado, estarán en juego.
Es la prueba de fuego para un polémico Trump, de seguir adelante con sus locuras y buscar una reelección en el 2020 o recibir un golpe de realidad y replantear su forma de gobernar. Su figura presidencial ha sufrido una enorme baja de popularidad entre el ciudadano promedio, debido a sus constantes arrebatos, críticas sin razón, decisiones autoritarias y sus constantes desplantes discriminatorios y racistas.
Una caravana de migrantes que cruza a lo ancho de nuestra nación, ha sido utilizada como idea de campaña del presidente norteamericano, satanizando esta situación con argumentos infundados sobre la peligrosidad de sus miembros, calificándolos de terroristas e incluso ha llegado a afirmar que algunos tienen enfermedades contagiosas, a manera de armas químicas vivientes. Este discurso pretende crear una histeria colectiva en el pueblo estadounidense y ungirse como el único salvador y protector del mismo. Hablamos de un personaje que se encuentra en plena recolección de votos y que teme perder el poder con el que se ha hecho, dando rienda suelta a sus ocurrencias.
Estos agravantes pudieran ser suficientes para dictaminar que una figura así, no puede gobernar a un país. Parecería obvio, que la sociedad no permitiría una continuidad de su proyecto de gobierno o peor aún, que tuviera el enorme error de otorgarle el control total de las diferentes cámaras, para que pudiera actuar y aprobar sus locuras a placer. La lógica lo grita, pero la lógica no siempre gana. No sería la primera vez que pudiéramos estar en la antesala de un triunfo demagógico, en donde la razón se olvida y triunfa el populismo infundado, dándole poder a gente que pretende erigirse como líder de una nación imponiendo sus caprichos, disfrazándolos de voluntad social.
¿Le suena conocida esta situación? O veremos las barbas de nuestro vecino cortar, sin poner las nuestras a remojar.