Ah la navidad, una época en la que surge lo mejor de nosotros, la fraternidad está en cualquier lado que se nos ocurra mirar y los hogares se llenan de buenos deseos, intenciones y parabienes, en fin, una época del año que debiera durar eternamente para alegrar los corazones de todos los seres humanos.
Pues no sé si usted lo vea así, tal vez esto sucede en alguna película rosa de Netflix, pero la realidad es muy diferente.
Y no es que quiera sacar a relucir el lado Grinch que todos llevamos dentro, pero desde que comienza el ritual anual de puesta de pino o nacimiento comienza el estrés.
Las luces no funcionan, San José y algunos pastores aparecen decapitados por el mal embalaje que sufrieron, el niño Dios no aparece por ningún lado y curiosamente de todas las figuras el chamuco siempre se encuentra intacto.
Sobreviene entonces la avalancha comercial de estos tiempos, comienza la búsqueda de los regalos de la familia, los juguetes de los niños y en este momento aparece la intolerancia y la falta de civismo, el tráfico se desquicia y el estrés sigue y sigue creciendo.
Comienza el maratón lupe-reyes con sus característicos kilos y copas de más. Las cifras no mienten, en navidad los altercados se multiplican, los accidentes se disparan, la pólvora hace su peligrosa aparición y se forma un coctel de lesionados, heridos y lamentablemente algunos fallecidos.
Lo invito a que de verdad nos alejemos un poco de toda esta tensión que se respira, si hace más de dos mil años, un niño que nació en unas condiciones muy sencillas, postrado en un pesebre, logró cambiar la manera de pensar de millones de personas, por qué no podemos nosotros simplemente disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos, y recargar emocionalmente las pilas para prepararnos en ver hacia dónde va nuestro futuro inmediato.
Le deseo en verdad que hoy y siempre encuentre la oportunidad de disfrutar a sus seres queridos y que el creador, en quien usted mantenga su fe, le conceda la dicha del tiempo para gozarlos. Feliz Navidad.