Desde hace unas semanas el gobierno federal ha emprendido una jornada de descalificaciones y acusaciones hacia investigadores y diversos centros educativos de gran renombre en nuestro país.
Todos conocemos la ofensiva en contra de algunos connotados investigadores del CONACYT, las críticas hacia la UNAM por su supuesta pérdida de identidad a cambio de fomentar el pensamiento neoliberal y más recientemente el ataque hacia el CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económica).
Lejos de escuchar las acusaciones del inquilino de palacio nacional, muchas de ellas rayando en la ridiculez, la gran pregunta es ¿qué motiva a nuestro mandatario a proferir estos ataques, en lugar de ocuparse por asuntos más relevantes y urgentes en nuestro país?, en donde nace el rechazo o el encono hacia la ciencia, la cultura o la educación superior. Será que nuestro mandamás, a pesar de presumir una erudición patriótica sin igual y recitar de memoria frases célebres de caudillos nacionales, le resulte difícil aceptar que sus posturas ideológicas no corresponden a las necesidades actuales y que su apertura a las tendencias y filosofías en boga, pues simplemente no cuadran con su arcaico pensamiento, en pocas palabras, AMLO no acepta que es obsoleto.
Acaso el hombre más importante de nuestro país no tiene interés en el fomento de pensamiento crítico, la perspectiva objetiva, la generación del conocimiento o el desarrollo tecnológico.
Tal vez el deseo de nuestro ejecutivo es el de convertir a México en un país donde impere la politiquería y la voluntad obradorista, eliminando a todo aquel que ose levantar la voz en contra.
No es difícil ver las señales que día a día se envían desde su circo mañanero, donde todo lo que vaya en contra de su voluntad está mal, es corrupto o es su adversario.
López Obrador aborrece las instituciones que representan un escalón en la movilidad social, es decir no tolera a todos aquellos que transforman su inteligencia, disciplina y deseos de superación en un modo de vida, porque ese modo de vida es aspiracionista y esto no puede ser respaldado por el presupuesto público.
Los días pasan, las excusas continúan y los resultados no llegan, peor aún cada día se alejan más.
Seguirán inventándose enemigos y conspiraciones y la objetividad se hará un lado, solo prevalecerán los “otros datos”, porque en este gobierno la realidad es algo que no se soporta.
De esta forma se acusa que el dinero del pueblo no puede ir a parar a estos organismos conservadores y fifís, como ahora se les llama, solo puede ser utilizado para caprichos presidenciables y en la generación de porristas a través de sus “programas sociales”.
