Para nadie es un secreto que la reciente declaratoria de emergencia nacional, efectuada por el presidente Donald Trump, es una más de sus crisis inventadas para recurrir al temor y lograr beneficios electorales y apoyos en lo que ha sido un dolor de cabeza para él durante toda su gestión, la promesa de construcción de su dichoso muro.
Y es que a pesar de que el mundo es globalizado y el intercambio social, cultural y económico entre naciones es uno de los distintivos de nuestra era, este mandatario norteamericano haciendo gala de una excepcional terquedad y cerrazón, sigue buscando pretextos para conseguir los recursos económicos que le permitan cumplir con una de sus más bizarras promesas de campaña.
Hemos visto como centenares de centroamericanos y connacionales buscan por la vía que sea, sin importar cual peligrosa resulte, cruzar nuestra frontera norte aspirando encontrar en esas tierras una muy ansiada mejora en su calidad de vida y aunque el costo de esta cruzada en ocasiones cobra un peaje muy alto, como la propia vida, ellos aseguran seguirán intentándolo.
Este deseo de buena fortuna deja en evidencia que en lo práctico un muro no serviría de nada, los migrantes buscarán y encontrarán la manera de burlarlo, por lo que desde el punto de vista económico una obra de esta magnitud no cumpliría su objetivo principal y resultaría en un lastre más para esta controvertida administración.
También nuestro país se ve afectado con esta situación, con la imposibilidad de cruce, muchos migrantes quedan a la deriva en territorio nacional, lo que hace difícil asistirlos de manera adecuada.
Es un momento crucial en el que nuestro gobierno debe utilizar cualquier recurso diplomático para establecer mejores iniciativas de apoyo a estas personas y encontrar una manera eficiente de lidiar con la incursión de nuevas caravanas.
Es momento de establecer un dialogo con las naciones involucradas y buscar acuerdos que permitan una reconstrucción social y dejen a un lado la terquedad de seguir por un camino que no soluciona nada.