La democracia siempre es deliberativa, John Stuart Mill y Jürgen Habermas escribieron mucho sobre el fundamento deliberativo de la misma, partiendo de que el diálogo y el debate son esencia de la política y de la democracia. Pero el debate no es algo etéreo, debe ser palpable y para ello se necesitan espacios concretos que propicien ese intercambio de ideas en medios de comunicación, en las universidades, en las instituciones públicas y privadas, en las bibliotecas, en y entre los partidos políticos, pero, sobre todo, donde no existe, que es en las redes sociales. Además de esos espacios, digamos públicos, el debate y el diálogo deben propiciarse en los espacios privados de los partidos, instituciones, cuartos de guerra y oficinas de quienes toman decisiones de incidencia colectiva.
Uno de los problemas que tienen actualmente en crisis el debate es la cámara de eco, un fenómeno de la teoría de la comunicación que se refiere a un entorno informativo donde las personas solo están expuestas a ideas, opiniones y contenidos que refuerzan sus propias creencias. Este fenómeno, que antes era una excepción, hoy es la regla en las sociedades y ha provocado desinformación, polarización y crisis del debate público.
La clase política tiene muchos incentivos para seguir alimentando la cámara de eco: hablar desde el TikTok sin importar afinidad o ideología, siempre y cuando enganche, genere “vistas” y followers; así, mientras más alcance, más eco y más ego. Otro incentivo son las síntesis de los medios de comunicación, mientras más notas salgan sobre sus propias acciones y su propio partido o movimiento, más eco y más ego; el último incentivo son las actitudes autoritarias que inhiben que voces disidentes o contrarias a los liderazgos dentro de los equipos e instituciones, lo que implica, por ende, más eco y más ego. Por eso, lo que más polarice, lo que más viralice, aunque desinforme, es la línea narrativa idónea en los equipos de comunicación. Entrarle o proponer un debate público con argumentos y verdad no rinde ningún fruto político, mediático y mucho menos, likes.
Esta cámara de eco está provocando un efecto tóxico en la democracia: discursos, políticas y narrativas lejanas a las necesidades de la sociedad y propuesta de soluciones sin datos ni evidencia, desprestigiando la profesionalización del servicio público, la burocracia y el diseño de políticas públicas, pero sí con mucho eco y ego.