Cultura

El retorno de la garnacha

A las afueras de la escuela primaria solo se percibe el silencio. Poco a poco madres, padres o familiares se acercan a aquel portón negro. El silencio es roto por una chicharra que aturde a más de uno con su estruendo; la puerta principal se abre y, por el megáfono, se le notifica al primero A, que puede salir marchando y en completo orden. La disciplina se rompe una vez que los pupilos traspasan los límites de recinto escolar, quienes corren a los brazos de sus parientes, para pedirles que los lleven por una hamburguesa.

Semanas atrás se declaró, en Oaxaca, la prohibición en la venta de comida chatarra a menores de edad; dicha disposición tenía como antecedentes tanto al nuevo etiquetado en productos industrializados, así como un reclamo antaño, la accesibilidad a este tipo de productos sin la supervisión de un adulto, lo que ha llevado a ser una nación con altos índices en obesidad infantil. Esto acarreó, tal cual se esperaba, posturas contrarias en distintos escenarios, tanto en medios digitales como en redes sociales y, seguramente, en pláticas familiares. Mientras algunos sostienen que ni el etiquetado ni la prohibición serán motivo para mejorar la alimentación infantil, otros defienden las medidas al considerarlas como innovadoras en nuestro país.

De entre los distintos puntos de vista se reconsideró uno para este espacio. De la mano de la Maestra Cristina Barros, afamada investigadora y defensora de la alimentación mexicana, en especial del maíz; quien, en una reciente entrevista, comentó que la comida chatarra se apropió de la mesa mexicana y desplazó a la comida popular al denominarla para pobres. Esto lleva a una reflexión para aquellos que vivimos la última década del siglo XX en el apogeo de nuestra infancia, cuando, a las afueras de la primaria, se montaban hileras de puestos con tacos dorados, enchiladas, pambazos, helados, dulces, chicharrones, juguetes, etcétera. Para algunas madres de familia era impensable darles a sus hijos comida callejera, por considerarla insalubre, pues recordaban los brotes de colera que azotaron al país años atrás.

A la par de dicho pensamiento, la industria alimentaria emprendió campañas que garantizaban la inocuidad de sus productos, sin olvidar que muchos de ellos estaban enriquecidos con vitaminas y minerales. Tal fue el impacto que pasamos de salsa verde elaborada en casa a cajitas de Tetrapak con Salsa verde o Salsa roja; se cambiaron los chicharrones con limón y salsa por bolsas de nachos, a los cuales los podíamos acompañar con “queso” amarillo; o tortillas de la marchanta, por tortillas de harina o tortillas de maíz precocidas. Los años pasan y, con ellos, una amplia gama de ejemplos que no caben en este sitio. ¿Estaremos por regresar a aquellos tiempos gloriosos, donde unas simples, pero deliciosas, enchiladas verdes llenen los estómagos de los infantes?

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Benjamín Ramírez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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