Cultura

Confusión bestial

En plena faena culinaria, Genoveva se percata que la cantidad de epazote que tiene en su alacena le es insuficiente, ante tal suceso no tiene otra opción más que pedirle a Martín, su hijo menor, que vaya de prisa a la verdulería y traiga, además del mentado epazote, un cuarto de queso fresco, medio de limones y una lechuga pequeña. El pequeño toma el billete y unas pocas monedas que su madre dejó sobre la mesa de la cocina, además de un pedazo de papel en el que escribió su mandado. De camino a la verdulería Martín se encuentra una moneda de cinco pesos, a lo cual se dice a sí mismo que es su momento de suerte. De regreso a casa el infante coloca sobre la mesa una bolsa de plástico con lo solicitado por su madre, de manera presurosa saca una paleta de caramelo que compró con aquella moneda y se dirige a la sala para encender el televisor. Al cabo de unos minutos se escucha un grito estrepitoso que sale de la cocina y que dice ¡Te pedí lechuga y me trajiste col!

El trauma de todo infante, con relación a los mandados, es que siempre cabía la oportunidad de errar en el pedido, desde un manojo de cilantro en lugar de perejil, tomate en vez de jitomate o, como el ya referido, lechuga por col, entre muchos otros. Sin embargo, dentro del refranero popular mexicano, existe una expresión que da paso a muchas versiones, suposiciones y verdades a medias. Dar gato por liebre, es una expresión que hace volar la imaginación, ya que puede suponer el hecho de vender un animal por otro, y esto toma lógica en el mundo de las cantinas. En tiempos pasados, las cantinas eran un referente de la vida festiva, política y viciosa mexicana. El hecho de comer y beber se volvió parte de un protocolo que con el paso de los años alcanzaría el reconocimiento popular.

A partir de dicho fenómeno, diversos platillos y recetas tomaron importancia dentro de las cantinas, empezando por la botana compuesta por semillas, chiles secos y ajos dorados, continuando con tacos de diversos guisos, seguidos de caldos de camarón o sopa de tortilla, hasta terminar con un plato de reyes, como lo era un mole picoso o un chamorro de cerdo. Entre todas estas opciones, existieron establecimientos que ofrecían liebre en distintas presentaciones. Sin embargo, al cabo de varios tragos, el cantinero podía aprovechar cualquier descuido y ofrecer carne de dudosa procedencia, que en este caso podía hacer referencia a la de algún felino.

Curiosamente, una de las versiones del origen de dicha frase proviene de otros escenarios. Resulta que en los primeros recetarios mexicanos existió una receta que llevaba por nombre Gató de liebre, el cual hacía referencia a un pastel de carne de liebre. El término gató era una deformación del francés gateó, el cual se traduce como pastel. Resulta intrigante cómo de una confusión lingüística inició el control poblacional de los gatos bodegueros.


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Benjamín Ramírez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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