Desde hace tres meses se estaciona sobre la avenida principal, todos los viernes a partir de las 11 de la mañana, una camioneta que remolca un puesto de tacos. Gustavo, el propietario y certificado en tacos para trasnochados, es el responsable de surtir a toda una zona de oficinas. En semanas pasadas preguntó, entre sus comensales, si querían que llevara una alternativa por la vigilia, a lo cual la mayoría respondió que no, ya que preferían comer aunque fuera un taquito y cometer un pecadito.
Hablar de alimentos “prohibidos” en estos “tiempos modernos” es una tarea complicada y debemos hacerlo con cautela; o sea, cuidando de no trastocar fibras sensibles, posturas ideológicas o creencias religiosas. Por tal motivo, al abordar el tema de la vigilia nos lleva a un campo de cristal.
La prohibición de algunos grupos de alimentos en la dieta se justifica para evitar los pecados de la gula, la avaricia, etcétera. Sin embargo, en cuestiones médicas y de salud también representan la disminución en el consumo de alimentos que acarren enfermedades; lo que, en ambos casos, religiosos y médicos, conllevan a las pérdidas humanas.
Para el catolicismo, el ayuno y la vigilia representan medidas para coaccionar la ejecución de la norma. Por tal motivo, alimentos gustosos, ricos en proteínas y de mayor valor social, debían ser restringidos, al igual que aquellas bebidas espirituosas, bebidas fermentadas o características de festividades.
En tiempos remotos el abanico de alimentos permitidos rondaba en frutas, verduras, semillas, pan y agua. El pescado tenía ciertas excepciones, como fue el caso del atún, la sardina y el arenque, ya que su concentración de grasa excedía la regla. Cabe mencionar que los mariscos no formaban parte de la dieta cotidiana, ya que eran considerados impuros por la Biblia.
Pero si buscamos darle una lógica científica al tema de la vigilia podemos encontrar algunos datos. El inicio de la primavera marca, del mismo modo, los inicios en la agricultura, al menos para la zona occidental, la cual tuvo mayor repercusión católica. Y es el momento en que los alimentos disponibles son las conservas de años anteriores y las primeras cosechas del año, en el caso de los animales de consumo, estos apenas comienzan un pastoreo acelerado para brindar subproductos, como leche y derivados.
Aquí entra otro factor, el viento. España reconoce el mes de marzo como el más ventoso, lo que pudo considerarse como contaminante para alimentos como la carne. Razón por la cual el pescado se convirtió en un sustituto ideal. Es de esperarse que, con el paso de los años, el razonamiento lógico se asentó en creencias populares para después institucionalizarse en elementos religiosos, que hasta el día de hoy conservamos.
Benjamín Ramírez