Malinche es un espectáculo pretencioso y vacío, es una de las peores cosas que he visto en escena. Es evidente que no es el mismo guión que el montaje en España, el de aquí tiene un final patriotero. Fui a verla porque creo que es tiempo de desmitificar la historia de la Conquista de México. Nacho Cano escribió la música, el guión y dirige la escena. La decepción es total. El guión es incoherente, carece de secuencia dramática, nunca alcanza un clímax y está plagado de chistes malos.
La música es la gran promesa de una obra musical, siempre te dejan una canción inolvidable: Jesucristo Superestrella, Annie, Mago de Oz que “Over the Rainbow” es un himno. En Malinche no hay una canción bella para recordar o volver a escuchar, los personajes cantan y no aportan a la emoción de la trama. Se supone que es una gran aventura, que es épica y aquí carece de emoción, de impacto, es plana de principio a fin. La única escena interesante es el relevo de los corredores con el pescado de Moctezuma. El desempeño de los músicos en vivo es mediocre, y si la música es mala, interpretada así es peor.
La escenografía son inmensas pantallas de leds, con videos hechos con IA, son ultra kitsch, sin aportación estética de la época. Hubieran ahorrado en tecnología e invertir en arte e información de los códices precolombinos, mil veces más interesantes que esos videos. La dirección de escena es desastrosa, no saben qué hacer con el espacio, a dónde mover a los actores perdidos en el enorme escenario. Las actuaciones son el estándar de mediocridad. El fraile y Cortés tienen intervenciones decorosas, fuera de eso es de nivel de escuela secundaria. En el momento que hay decenas de personas en escena es un caos, igual de extraviados.
Es una comedia de chistes malos ¿en los ensayos no lo percibieron? Los actores son los primeros críticos, ¿qué pasó aquí? Las actuaciones de Moctezuma, Malinche y los personajes aztecas que hablan es tan desarticulada que da pena verlos en el escenario. La Malinche niña, un niño que platica incoherencias con Moctezuma y habla a la menor provocación son ultra sobre actuados.
Bailan flamenco horas, hasta volverse repetitivo y agotador, aunque lo hagan bien y suden en escena, la dirección está para dosificar y no llegar al exceso. El final es un chantaje al público, en las mega pantallas ponen la bandera de México y cantan que “México es el centro del Universo”, y ante algo infinito el centro puede ser cualquier cosa y en realidad es nada. El público aplaude porque ni modo de silbar y abuchear a la bandera como se merecía este musical. El chantaje termina con las canciones de Nacho Cano de los 80’s y 90’s para que se nos olvide la insípida música que acabamos de soportar.
Sólo la arrogancia del autor explica que siga este montaje, que no vea y no escuche lo que hay en escena. Tal vez para alguien que fue una estrella de la música sea inaceptable que su obra es un fracaso, pero podría ser una lección. A Ícaro se le han derretido las alas.