Puede parecer un detalle menor, casi anecdótico, pero en el universo digital cada cambio de Elon Musk es una declaración de poder o un peligroso capricho.
Esta vez, el CEO de X, antes Twitter, ha decidido prohibir los hashtags en los anuncios. ¿La razón? A su parecer, se trata de “una pesadilla estética”. Y cuando el dueño de la plataforma no quiere algo, simplemente lo desaparece.
Sí, así como se lee: a partir de la semana pasada, ningún anuncio pagado en X podrá contener hashtags. La medida no parte de una nueva teoría del marketing ni de un estudio de usabilidad. Parte de una preferencia visual, un gustito, digamos. Musk cree que los hashtags entorpecen la estética de los anuncios y afectan su capacidad de respuesta. Y en el tablero de ajedrez que es X, él mueve las piezas… y reescribe las reglas.
La pregunta sería si esto es realmente negativo para los anunciantes. Paradójicamente, no del todo. Desde hace años, el propio equipo de publicidad de Twitter recomendaba evitar hashtags en publicaciones promocionadas. ¿La lógica? Si buscas que el usuario haga clic en tu enlace o visite tu sitio, no lo distraigas con una ruta de escape que lo lleve a un mar de publicaciones sin conexión con tu mensaje.
Pero prohibirlos por completo también parece un exceso. ¿Qué pasa con las campañas que usan hashtags como parte de su identidad? ¿Qué pierde una marca cuando se le impide generar comunidad en torno a una etiqueta?
La decisión abre una pregunta incómoda pero urgente: ¿hasta dónde puede llegar la estética personal de un empresario cuando controla una plataforma global de comunicación? No es la primera vez que Musk toma decisiones similares.
Hace unos meses, intentó eliminar todos los botones de interacción visibles —me gusta, compartir, responder— y reemplazarlos por gestos de deslizamiento. El resultado fue confuso. Al final, el sistema fue opcional y no obligatorio. Un raro caso en que Musk dio marcha atrás.
Por el momento, parece que el hashtag ha muerto en los anuncios… pero la conversación sigue más viva que nunca.