Política

Normalizar y aceptar lo illegal

Isaac Asimov, ruso, humanista, racionalista y padre de la ciencia ficción afirmaba que “Acostumbrarse a la violencia no es bueno para nuestra sociedad. Una población insensible es una población peligrosa”

La normalización de las noticias que difunden violencia, corrupción o actos de espionaje, adornadas de dolo y violencias constitucionales, ha incendiado todo lo que se tiene alrededor, trátese de quien se trate. Y el último ataque se dirigió hacia el senador Ricardo Monreal.

Hemos aceptado, normalizado y festejado lo ilegal. Con la rampante impunidad y falta de confianza en las instituciones impartidoras de justicia, se ha agravado la indiferencia ciudadana que le ha dado forma a la podredumbre que rodea la violencia y la corrupción que se vive en nuestro país. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, 93% de los delitos no son denunciados, ya que la población considera que es una pérdida de tiempo y desconfía en las autoridades. Entonces ¿cómo podemos alzar la voz para exigir justicia, si ésta no es accesible para la mayoría?

Existe una manifiesta sobreexposición de la violencia y corrupción en nuestro país. Se ha promovido en medios y series de televisión como algo aspiracionista, y se alaba a la narcocultura, que permite a un cierto número de personas, que no necesariamente crecieron en contextos de violencia, recrear una identidad para “experimentar” y vanagloriar la violencia, los lujos y la ilegalidad que rodea esta actividad.

Vivir en un país en donde la violencia se presenta, reproduce y viraliza de manera cotidiana ocasiona una sobreexposición a la que las personas pueden reaccionar de distinta manera en lo individual y lo colectivo. La “normalización” de la violencia depende mucho de las condiciones sociales, culturales y políticas del entorno que se trate. Sin embargo, hemos hecho justificable el uso de la violencia para resolver conflictos y la atención se centra únicamente en las consecuencias y no en sus causas. Hemos atestiguado cómo existe una apatía del Estado frente a violaciones de derechos humanos y esto resalta nuestra falta de solidaridad y empatía con la violencia que sufren las demás personas.

Hemos llegado a un nivel de indiferencia en donde parecería que no existe tragedia que nos duela lo suficiente para tener empatía con los miles de víctimas, cuyos nombres y denuncias se acumulan en carpetas de investigación sin resolución y que solo se empolvan en los archivos de concentración de las instituciones de impartición de justicia. Necesitamos recuperar nuestra capacidad para indignarnos.

Hay atisbos, pero pocos y débiles, para contrarrestar tal normalización, entre ellos los que se manifiestan en las madres buscadoras, en los movimientos feministas y el periodismo de investigación.

La violencia representa en sí mismo un reto social mayúsculo, por lo que se debe seguir estudiando este fenómeno; analizar las necesidades de las comunidades, pensar en cómo crear políticas públicas que atiendan este reto que involucre una cultura de la prevención, eficientar la función de las autoridades y atender la indiferencia que rodea el sufrimiento de las víctimas de las violencias. Al final, al normalizar esta violencia nos hemos convertido en cómplices de esta realidad.

Arturo Argente

Tec de Monterrey, Campus Toluca


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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