En una sorpresiva y veloz sucesión de eventos, Donald Trump volvió a demostrar que algo sabe sobre negociación dura. Esta vez fue lo que él mismo bautizó como “la guerra de los 12 días”; un feroz intercambio de ataques balísticos entre Israel e Irán, que puso al mundo al borde de un conflicto generalizado.
Lo que Trump hizo parece sencillo, pero no lo es, considerando sobre todo que las partes en conflicto se guardan un odio histórico y absolutamente irracional.
La de Trump fue una estrategia que yo llamaría de “golpe y giro”. Se trata de una metodología híbrida para la resolución de conflictos. Esta técnica combina disrupción calculada, ambigüedad estratégica y negociación directa de poder. Para efectos prácticos, la estrategia se despliega en cinco etapas, que a continuación describo.
Primero, la conmoción. Es decir, se lanza una acción contundente pero medida, para romper el statu quo. En este caso, fueron ataques masivos a instalaciones nucleares iraníes, pero cuidando evitar una guerra total. Esto acabó con una inercia de bombardeos mutuos entre Israel e Irán, que hubiera continuado indefinidamente.
El segundo paso fue la creación de una “ventana de giro”. Es decir, con su disrupción violenta, Trump logró abrir una breve pero intensa oportunidad para la diplomacia, justo cuando las tensiones estaban en su punto máximo. Horas después de los ataques, el equipo de Trump comenzó conversaciones directas con Teherán y Tel Aviv.
El tercer paso fue crear ambigüedad estratégica. En otras palabras, Trump mantuvo a los actores en incertidumbre mediante declaraciones contradictorias. Declaró no estar en guerra con Irán, pero a la vez dejó abierta la posibilidad de más ataques.
El cuarto y penúltimo paso fue la presión directa por canales paralelos. Dicho de otro modo, evitó la burocracia diplomática tradicional como la ONU o la Unión Europea, que tienen intereses propios, y en vez de ello utilizó diplomacia entre líderes y terceros de confianza. Activó, por ejemplo, canales con Qatar y su círculo empresarial.
Finalmente, Trump introdujo un magistral anclaje público de la paz. Sin dudar, oficializó en redes sociales un alto al fuego que no estaba ni siquiera acordado, acorralando con ello a ambas partes a aceptarlo: “El alto al fuego está en vigor. ¡Por favor, no lo violen!”
Esta estrategia deja claro cómo funciona la mente del presidente estadounidense que, más allá de filias o fobias, es un personaje que siempre tiene claras dos cosas: las piezas con las que cuenta y cómo moverlas.
Así, la “diplomacia de golpe y giro” reveló un enfoque poco ortodoxo, pero sumamente eficaz para detener una escalada militar inminente. En un mundo convulso, tal vez valga la pena estudiarla de cerca. Es la recomendación internacional de tu Sala de Consejo semanal.