Luego de las marchas en todo el país en las que muchos mexicanos expresaron su sentir sobre la forma de gobernar de AMLO, el tabasqueño propuso la creación de una organización para dar terapia a quienes sólo piensan en enriquecerse a costa de lo que sea.
Quiere que la corrupción sea vista como una enfermedad y que una organización proporcione terapia para “reincorporar” a quienes buscan enriquecerse a costa del pueblo. “Cuando decía yo que no tenían llenadera, nunca imaginé hasta dónde había llegado esta enfermedad de la corrupción”, expresó.
Cuando leí lo anterior pensé que se trataba de una de tantas ocurrencias que publican en las redes sociales sin sustento. Que se trataba de alguien que redactó tal expresión con el afán de denostar al mandatario, porque, como a muchos mexicanos, le caía mal.
El caso es que tales declaraciones son ciertas. Las hizo efectivamente el Presidente de México sin reparar en que dicha organización ya existe y se llama Morena, que desde que dio muestras de adelantarse a todos los partidos políticos, se llenó de tránsfugas que huían en pos de un futuro sin interrupciones.
Con la piel de camaleón que los distingue, llegaron al nuevo partido, procedentes del PRI corrupto, del PRD corrupto, del PAN corrupto y de muchos más, manchados con la mugre de la corrupción, a buscar la puerta y la aprobación en la organización política que apuntaba con hacerse del poder, gracias al hartazgo de la ciudadanía, por la peste que dejaba un Presidente de México increíblemente corrupto.
Las puertas se abrieron de par en par y dio cobijo a tirios y troyanos, sin hacer absolutamente ninguna restricción. Todos eran bienvenidos sin importar el pasado. El perdón estaba a la disposición de quien llegara. No importó el olor a putrefacción ni la fama ni la persecución de otros tiempos.
Perdón a la maestra multimillonaria gracias a los esfuerzos y ahorros de su madre. Perdón al líder de mineros que hoy se alza con voz engolada, como si se tratara del héroe que volvió de su huida para erigirse en el Campidoglio con el laurel de la victoria. Perdón a la secuestradora guerrerense que apenas puede articular su nombre.
Son muchos, pero muchos más. Deben haber recibido la terapia conveniente para “reincorporarse” a la vida normal, con toda la carga de su pasado con un pie en la cárcel. No se necesita ninguna nueva organización. No hay que gastar. Hay que usar la que existe.