Política

Sin Pena Ni Gloria

Durante los últimos días, muchas voces se han alzado para exigirle al aún Presidente, Enrique Peña Nieto, que se ocupe de la seguridad de los mexicanos. Que ponga atención a la ola delictiva que ha crecido a niveles altísimos sin que nadie se atreva a idear alguna forma de pararla. Esas voces sólo se han topado con una sordera que insulta.
Pero resulta penoso y ocioso que a estas alturas del partido, le pidan al aún Presidente que se ocupe de algo que durante todo el sexenio no le preocupó mínimamente y dejó correr y crecer, como si la mayor congoja fuera precisamente permitir que la criminalidad actuara a sus anchas. Como si se tratara de un plan preconcebido para no inferirle molestias.
Nadie recuerda un dispositivo policíaco, a partir de 2012, diseñado para combatir la delincuencia, que ha adoptado comportamientos exhibicionistas en todo el país y que actúa sin perturbación aparente, como dueña de todo lo que le gusta y le disgusta, desde bienes hasta vidas humanas. Hay pueblos en donde pagan planas en diarios locales para maldecir y amenazar a los enemigos, sin que autoridad alguna se atreva a actuar en contra.
Dichas voces han hablado del crecimiento de la ola delictiva, de los asesinatos cuyo número crece todos los días y de otros ilícitos que se cometen a cualquiera hora del día, sin que el Primer Mandatario ordene a las autoridades que traten de frenarla. Resulta hasta obvio: ¿si en todos los años de su mandato no lo hizo, por qué ahora sí, cuando faltan sólo tres meses para que acabe de desentenderse del país?
Más bien da la impresión de que ya está impaciente por entregar la banda presidencial. De dejar la Presidencia que tanto codició antes de llegar a Los Pinos e ir a radicar a otro lugar del planeta para vivir tranquilamente, “con la conciencia tranquila”, como muchos creen.
Seguramente, muchos lo recordarán como el mandatario que hizo añicos al país en tiempo récord y no sólo a México, sino al partido que hizo posible su llegada al cargo más ansiado por los políticos de todo el mundo y que recomponerlo será algo así como pretender conocer el cielo antes de emprender el viaje sin retorno y después de haber observado una vida perfecta.
Los más recalcitrantes priistas, los que se niegan a abandonar el barco aunque haga aguas, los que se aferran al palo más alto, saben que levantarlo es imposible y ven con tristeza que quien lo arruinó se va sin pena ni gloria.

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Armando Ríos Ruiz
  • Armando Ríos Ruiz
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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