En su primer informe de gobierno, el Presidente aceptó no haber dado buenos resultados en el combate al narcotráfico y era de esperarse, después de su comportamiento frente al problema toral del país, prácticamente en manos de los señores de la droga, apoderados de vidas y haciendas, que se exhiben en poderosos automotores y súper armados, como los verdaderos amos.
Hasta hoy no existe ninguna estrategia para solucionar el problema. Nadie antes la tuvo. En tiempos de Calderón, se inició una guerra “como el Borras”, sin planeación y con la idea de que los delincuentes verían a un soldado y huirían despavoridos. Resultó al revés. Aceptaron el reto, ganaron la batalla, se hicieron amigos de los uniformados y se multiplicaron.
Pero esto ya es historia. El conflicto existe. Ha crecido a niveles insospechados y no hay el mínimo esfuerzo para erradicarlo. La cifra de muertos y desaparecidos aumentan cada día. En Oaxaca, el mandatario dio una respuesta desmoralizadora a quienes demandaron ayuda para detener los altos índices de violencia: “El Ejército no se usa para reprimir al pueblo”. ¡Las esperanzas fueron sepultadas!
Pero también dijo en el mensaje, que “nada de mezclar delincuencia con autoridad. Eso se termina. El que se meta a proteger a delincuentes va a ir a la cárcel sin derecho a fianza", resolvió. No combatirlos; considerarlos con derechos, ¿no es protegerlos?
Se había comprometido a no echar más culpas a los gobiernos anteriores. No evitó decir que los problemas de inseguridad que se viven en la actualidad son heredados por administraciones anteriores. Aunque las masacres en Veracruz, Michoacán, Guanajuato y en otros estados, son recientes.
Si de herencias se tratara, habría que recordar entonces que los asesinatos cometidos por sicarios dedicados al tráfico de estupefacientes iniciaron prácticamente desde que Estados Unidos comenzó a comprar mariguana a México para sus soldados en guerra, en la primera mitad del siglo pasado.
El Presidente creó dos bandos que, a pesar de vivir felices, felices, felices, se mientan la madre cuando se encuentran en las redes sociales: el de los chairos y el de los fifís. No obstante, los odiados, los segundos, estuvieron presentes en su informe, invitados por él. Allí se dieron cita los más refinados habitantes del país, los miembros de esa minoría rapaz, solapada y enriquecida por el neoliberalismo, culpable de todas las desgracias.