Durante el sexenio pasado, cuando detuvieron a Elba Esther Gordillo, el juez dijo que era necesario retenerla, porque podía fugarse, por ser propietaria de casas fuera de México. Cuando detuvieron a Rosario Robles, el impartidor de justicia dijo lo mismo.
Hace unos días, se supo que Carlos Romero Deschamps renunció al Sindicato de Petróleos y el sábado último se habló de su huida para burlar una orden de aprehensión en su contra, por el delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita.
Llama la atención que en este caso no existiera la intención de asegurar su permanencia en México, ante la posibilidad de que también escapara y fuera a parar a otro país.
Cuando la maestra fue detenida en Toluca, el petrolero huyó, tal vez con la creencia de que había llegado la hora a los líderes corruptos. Alguien le avisó que no había nada en su contra y regresó.
Y ahora, ¿acaso lo dejaron ir? Lo que continuará será el inicio de una cacería a través de corporaciones internacionales y devolverlo, para ser juzgado junto con sus familiares, que presumieron y dispusieron de mucho dinero, a sabiendas de que era mal habido.
Los que piensan mal y aciertan, creen que el gobierno pretende tender una nube de humo para desviar la atención de la Prensa y acallarla sobre lo acontecido en Sinaloa.
Pues si lo dejaron ir, sumarían dos en un lapso muy corto. Lástima que en este caso no sabríamos mucho, porque la familia seguramente no estaría dispuesta a dar las gracias, ya que también está en entredicho.
Obviamente, permitir la desaparición del hijo del Chapo y de Romero Deschamps, constituye un delito que no se paga con disculpas. Para muchos, Romero Deschamps merece la persecución y captura, para que pague todos los delitos que cometió al frente del sindicato, en donde se enriqueció sin recato y permitió que toda su familia hiciera lo mismo.
Toleró que sus hijos exhibieran, sin ninguna vergüenza, los millones de pesos que él extraía por medio de negocios muy jugosos que llegaban a sus oficinas. Restregaban en la cara de los mexicanos departamentos de lujo, ferraris, viajes con mascotas a las que pagaban asientos de primera clase en vuelos a otros países y hasta relojes más caros que los mismos ferraris.
Conservó el cargo durante más de 20 años, gracias a amenazas de muerte a los contrincantes y balaceras a sus oficinas y convirtió el sindicato en un bastión inexpugnable, forrado de corrupción.