Política

Dos peces pesados

El Presidente de México no ha quitado el dedo del renglón, cuando se refiere al combate a la corrupción, que ha ejercitado, pero de manera selectiva.

Los mexicanos coinciden en que, de principio a fin, el sexenio pasado se convirtió en coloso de esas prácticas, descaradas y cínicas, que coronaron al Presidente Peña Nieto como campeón indiscutible del saqueo y la inmoralidad.

Sin embargo, como ocurre con los narcos, a quienes hay que abrazar, a los políticos corruptos también. La bandera de perseguirlos ondea norteada y apunta a la presunción para mantener la confianza de los simpatizantes.

Se pretende conservar a Rosario Robles como símbolo de la indecencia, en un juicio que más parece ideado por la venganza. No es ninguna santa, pero sus acciones apuntan a haber sido ordenadas desde la cumbre más alta del gobierno. Se habla insistentemente de combate a la corrupción. Pero sólo se habla. Los sufragantes votaron el año pasado en contra del presidente en turno, que actuó como si quisiera convencer al pueblo de que nadie en México podría superarlo en la materia. Ni Santa Anna...

Hace unos cuatro meses también se habló con profusión de la persecución a Carlos Romero Deschamps y de su familia, asistente puntual a la fiesta del dinero que ofreció el líder petrolero durante más de 20 años.

Los medios publicaron que la Unidad de Inteligencia Financiera investigaba a todos, luego de descubrirles transferencias de enormes cantidades de numerario, sin justificar su origen.

El tamaulipeco y seis familiares, que no tuvieron empacho en presumir el oro, fueron objeto de denuncias ante la Fiscalía General de la República.

Se habló de que las cuentas fueron congeladas, pero Romero se encargó de desmentir. Se habló de que no se sabía en donde estaba. Él aclaró que en México. Es decir: que no necesitaba huir.

Se habló de la falta de transparencia de las cuotas sindicales, de su participación en el robo de combustible, de millones de pesos transferidos por Pemex y de los que el dirigente jamás rindió cuentas. Pero todo sirvió solo para llenar los espacios periodísticos.

Hace unos días fue visto en un avión comercial en Acapulco, desprovisto de su gesto de superioridad, tal vez añorando los aviones particulares que lo trasladaban a sus yates anclados en algún lugar de los siete mares y quizá para congraciarse con el primer mandatario, de que, como él, también es capaz de usar líneas comunes.

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Armando Ríos Ruiz
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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