Pregúntele a quien quiera que esté informado sobre la sentencia a Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, y le responderá que atrás está la mano del que aún manda en este México desesperanzado. Aún avisan que traerán a su esposa Karime, de Londres, en donde disfruta de la incalculable riqueza que ayudó a su esposo a amasar de manera totalmente criminal.
Ahora sí que, de acuerdo con la expresión del Presidente electo, ¿para qué tanto circo? Seguramente para someterla a juicio, imputarle delitos graves y luego resultar con que el expediente se integró mal, que los delitos no son esos, sino otros menos exigentes y por lo tanto, se le impondrá una pena que, de acuerdo con la media aritmética y con su comportamiento, sólo permanecerá en un penal la tercera parte de la condena.
Esto hay que hacerlo rápidamente, antes de que el bienhechor se vaya con esa despedida que exagera en cinismo y que deja a un país inmerso en la angustia más profunda, debido a la exacerbada ineptitud exhibida en estos seis años, en la que enterró a su patria en un enorme cementerio de dos millones de kilómetros cuadrados, dejó a los mexicanos a merced del crimen y se prostituyó en la corrupción más devastadora en la historia nacional.
A estas alturas todo mundo esperaría que el comportamiento del aún Presidente fuera diferente, ajeno a las tentaciones y tranquilo, en espera de la llegada del nuevo mandatario. Sin embargo se le ve actividad, pero precisamente en lo que más disgusta e irrita a la ciudadanía; en lo que la llevó a emitir su voto en contra de todo lo que huela a Peña Nieto y que aún transpira coraje y rechazo total a su solo recuerdo.
Las últimas decisiones, las de exonerar a Duarte, al otro Duarte, a Alejandro Gutiérrez, ex secretario general adjunto del PRI en Chihuahua y a tanto saqueador, han colocado al Presidente, que sigue en funciones sólo para hacer daño y depredar, en el punto más crítico de su mandato.
Los mexicanos hacen conciencia en las redes sociales para llevar acusaciones a instancias internacionales, que se encarguen de enjuiciarlo, ante la seguridad de que en México está protegido, gracias a un compromiso con el mandatario entrante.
¡Qué cierre más espectacular, por lo sucio! Confirma lo que se ha dicho a lo largo del sexenio y que la revista The Economist, de Inglaterra, resumió en una frase: “no entiende que no entiende”. Tal vez tampoco es consciente del daño que ha hecho.
