Cultura

Wolfgang Rihm (Parte 1)

  • Columna de Antonio Navarro
  • Wolfgang Rihm (Parte 1)
  • Antonio Navarro

Para entrar en una revisión de los inicios de postmodernidad en música, debo decir que algunos compositores se vieron en la necesidad por retomar el concepto de lo bello como talante distintivo, lo mismo que recuperar  valores humanistas que desgastaron en gran medida los años de la postguerra del 45. A tempo, y desde el punto de vista puramente musical, es la revaloración de la tonalidad en todas sus modulaciones. Cierto es, y justo aclararlo, que no todos los compositores contemporáneos abandonaron la armonía tradicional para evadirse en la atonalidad, dodecafonismo o microtonalismo; de ninguna manera. Y la prueba está en la cantidad de partituras escritas en pleno Siglo XX arropadas en tonalidades mayor y menor, amén de la técnica modal que sigue vigente. El mismo Arnold Schoenberg (1874-1951), en sus últimos años, vendría a reconciliarse con el Do mayor.

Esta idea de la belleza y lo humano en la música de hoy se identifica en el llamado neorromanticismo, es decir, la libertad por expresar emociones más allá de la pura exploración abstracta en la materia sonora. Es también, entre varios compositores,  volver a escribir la grandes formas: sinfonías, sonatas, conciertos, requiems; entre otras del mismo catálogo.

El compositor alemán Hans Werner Henze (1926-2012), desertor de la escuela de Darmstad, ya lo venía profetizando con su serie de grandes sinfonías, sus conciertos, óperas y música de cámara. Bien puede ser considerado un inspirador para la siguiente generación de compositores. Y entre éstos menciono a Wolfgang Rihm (1952), también germano de nacimiento. Este autor ya se refería en la década de los ochenta a “la nueva simplicidad” por explorar la semántica musical a partir de una necesidad subjetiva por la expresión. Es aquí donde encontramos el límite sobre la línea delgada que nos lleve a lo recóndito del expresionismo y carga de lirismo en Alban Berg (1885-1935), y entonces estaríamos pisando terrenos de un neoexpresionismo. Dejo entonces este paradigma como latente, pues una de las obras de W. Rihm denota este carácter. Me refiero al título Das Gehege (El recinto), para soprano y orquesta, del año 2004, que bien puede ser considerado como un monodrama. Su densidad sonora emanada de un cromatismo exacerbado, sumado a la fuerza lírica de la voz, no hace sino recordarnos algunos pasajes de la ópera Lulú (1935) de Berg. Por lo que se refiere al principio neorromántico, su carácter queda plasmado en una obra más reciente, su Trío Concerto, para violín, cello, piano y orquesta (2014), el cual denota un discurso con tendencias tonales y sus variantes cromáticas. Lo que sí queda de manifiesto es su predilección por el gran formato (de nuevo el espíritu de Werner Henze).

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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