Entrar en el edificio Arróniz, actual sede de la Secretaría de Cultura del gobierno de Jalisco, es invocar un instante de relato kafkiano invadido por desmesurado vacío que se cuela entre paredones de ladrillo en rojo horneado con sus prominentes columnas circulares que sostienen un siglo de mitos y leyendas. Estar allí es una parábola en sí tratando de dar sentido a lo que tras muros sucede. Es también lo absurdo de ver que con demasiado se hace tan poco; y no me refiero al presupuesto, sino a la “reingeniería” (como ahora le llaman) en jefaturas, departamentos, divisiones y subdivisiones de áreas, anexos y retazos en lo que resulta ser el esqueleto de tal infraestructura administrativa. Es la necedad de una burocracia de flujo moroso que hace parecer todo aquello anquilosado en tiempo inexorable. No en balde tuvieron que transcurrir cuatro largos meses de lerdo quebranto para decidir el rumbo de las acciones que den un poco de luz a los propósitos que estimulen la vida cultural en nuestro territorio. ¿Sí o no entonces deviene el espíritu de Franz Kafka?: “––No creo que pueda ayudarme ––dijo él––. Para poder hacerlo realmente, debería tener relaciones con funcionarios superiores. Pero usted sólo conoce con seguridad a los empleados inferiores que pululan aquí entre la multitud. A éstos los conoce muy bien, y podrían hacer algo por usted, eso no lo dudo, pero lo máximo que podrían conseguir carecería de importancia (…)”.
Simple analogía. El relato puede continuar, seguir dibujando esta realidad nuestra, pero también se hace necesario el deseo presente y certeza a futuro de una metamorfosis para persisitr aludiendo en el insecto que nos enerva, y sanar así toda frustración que lleve a vislumbrar un mejor momento para ejercer con plenitud el trabajo artístico que a todos corresponde, sean creadores, intérpretes, gestores, productores, y con ello cumplir cabalmente en la consolidación de un movimiento cultural congruente en la forma como lo ha representado el estado de Jalisco en épocas memorables. Y es aquí donde la persona recién nombrada para dirigir la cultura desde el edificio Arróniz debe saberlo con certeza. El compromiso es hacer valer lo que somos capaces de producir con el anhelo en seguir sustentando el significado del arte en nuestras vidas.
Antonio Navarro