Bien podemos establecer una analogía entre música electroacústica y el extracto primitivo; incluso aludo al término orgánico para referirme al sonido puro y natural sobre el que algunos compositores de la postmodernidad concentran su afán de experimentación. Desempolvo la opinión de Pierre Boulez (1925-2016) cuando en algún momento se refirió a la música electrónica y el rumbo que va tomando “para llevarnos a los orígenes de la tierra fértil”, y que no es otra cosa sino llegar a donde inició todo, es decir, el germen del sonido-ruido previo a su temperamento armónico; con la ventaja de lograr hoy día manipular como diccesionar a mayor precisión el espectro sonoro con fines a obtener un análisis minucioso. Todo ello en referencia a una de las características que identifican a la música postmoderna y que es en lo concerniente a las etnias, y en su contexto, la multiculturalidad. Aquí el compositor recurre a las músicas originarias para tomar sus elementos y transcribirlos a su partitura conservando rasgos aborígenes, esto es, sin la sofisticación del mestizaje folclórico que en su momento practicaron los nacionalistas en la primera mitad del Siglo XX. (De facto el nacionalismo es la antípoda de la globalización). En la cultura de la postmodernidad el compositor actúa más como antropólogo y etnomusicólogo con el fin de acatar y honrar la música de sus ancestros. En América Latina tenemos antecedentes de autores que han actuado bajo este credo. Menciono por ejemplo a la compositora colombiana Jaquelin Nova (1935-1975) y sus Cantos de la creación de la tierra, obra electroacústica de 1972 donde incluye voces y onomatopeya de grupos indígenas; el mexicano Federico Álvarez del Toro (1953), y sus obras sinfónicas con sonidos electroacústicos: Ozomatl (1982) con alarido de los monos de la selva lacandona; El espíritu de la tierra (1984), para marimba y orquesta, agregando sonidos espectrales del canto de los indios lacandones.
En este entorno ubicamos al compositor peruano Jimmy López (1978), quien de igual manera, pero ahora en pleno Siglo XXI, se decide por crear una música apegada al sonido primitivo. Su obra intitulada América Salvaje, para orquesta (2006) ilustra muy bien tal postura. Con el empleo de ocarinas y caracoles marinos nos remite al umbral sin aperentar ser, lo reitero, música nacionalista. La orquestación está trabajada a base de células rítmicas y melódicas en constante gestación. Algo similar lo encontramos en una obra poderosa en su esquema rítmico e intensa por su atributo; el título: Perú Negro, para dos pianos (2015).
Con un extenso catálogo, Jimmy López figura como uno de los compositores latinoamericanos sobresalientes, recorriendo buena parte de América y Europa cosechando reconocimientos por su música. _