Es justo constatar los méritos alcanzados por el violinista y compositor jalisciense Manuel Enríquez (1926-1994) a lo largo de su amplia trayectoria, no sólo como autor sino a la vez como promotor de la música contemporánea a nivel nacional e internacional. Su legado, en este sentido, logró transformar con tendencia innovadora el panorama de la vida musical en México desde su incursión como creador, cuando en la década de los cincuenta ya anticipaba un lenguaje disociado del nacionalismo decadente en aquel entonces; por este desafío Enríquez pasa a engrosar la lista de la autonombrada “Generación de la ruptura”.
Después de su propia obra, la mayor aportación a la comunidad de músicos y compositores es seguramente el Foro Internacional de Música Nueva, que desde 1979 se viene llevando a cabo año con año en Ciudad de México como principal escenario para dar a conocer las nuevas creaciones de compositores nacionales y extranjeros, sumando las partituras consabidas del Siglo XX que ya se consideran parte del repertorio de intérpretes y orquestas participantes. Con este antecedente se logra el diseño de un entorno donde compositor-intérprete-público responden al deseo por acrecentar valores en nuestra vida cultural.
Cuarenta años, y se dice fácil (como reza el eslogan), cumple en su permanencia este ciclo de conciertos. Tiempo en que sigue perfilándose como un proscenio sine qua non nuestra música actual se vería delimitada al avance que persigue toda manifestación artística en el actual Siglo XXI, donde cada vez se hace más evidente el ánimo por extender toda expresión en búsqueda de nuevos lenguajes. Más que nunca estamos viviendo el resquebrajamiento de las estructuras, propio del actual clima cultural de fragmentación, y en consecuencia, viendo la aparición de contenidos multiculturales.
Parte de ello se refleja en cada edición del Foro Internacional de Música Nueva al dar cuenta de las creaciones que ahí resuenan en sus múltiples vertientes, donde confluyen estilos tan disímbolos como la música aleatoria, minimalismo, micropolifonía, electrónica, electroacústica, neorromanticismo, entre otras que han acumulado este acervo.
Se da el caso de compositores que escriben ex profeso para estrenar dentro del calendario programado; otros más guardan sus partituras para la ocasión, y llegado el momento sacarlas del cajón para hacerlas sonar. En eso radica la importancia de contar con organizaciones de este tipo que permitan exponer el trabajo reciente de los compositores, lo mismo que las virtudes y cualidades de los nuevos intérpretes. Sin duda alguna Manuel Enríquez postuló una visión del nuevo acceso a la música de nuestro tiempo.