Cultura

Domingo Lobato, un centenario

  • Columna de Antonio Navarro
  • Domingo Lobato, un centenario
  • Antonio Navarro

Cincuenta y cinco años dedicados a crear música: desde la primera obra registrada en su catálogo personal, Suite para piano, de 1945, a sus Tres preludios de 1999. Mitad de su vida otorgada por vocación plena a escribir partituras y enseñar la teoría del arte musical. Perteneciente a una generación de músicos que ven la transición de estilos y posturas estéticas para quebrantar esquemas en tiempos de la postguerra de 1945; que si bien no vino a lapidar nuestra existencia, sí toca las fibras en pensamiento  y sentimiento de todo artista que se considere testigo y partícipe de su entorno, como es el caso en  la figura de Domingo Lobato, quien junto a sus colegas latinoamericanos del postnacionalismo trastocan con un sonido transfigurado los capítulos de nuestra historia reciente, sabiendo que un sinfín de corrientes y propuestas estéticas sucedieron en la segunda mitad del Siglo XX. Bajo esta circunstancia él mismo decide escribir con entera libertad sin verse cautivo por aquellas doctrinas o ismos perecederos; algunas veces trazando pautas con recursos modales de la vieja escuela, y en otros manifestando cierto atrevimiento disonante; unas más con líneas melódicas en esquemas de tonalidad bien definida o en su caso específico con pinceladas sonoras propias de nuestro folclor. Todo ello se define en un eclectisismo de recursos sonoros donde cada página dicta su necesidad de expresión. Tal posición evita el encasillar la personalidad de Lobato como un autor de señero estilo o condición estética absoluta, permitiendo así la apertura en escuchar su música sin prejuicios ni valores premeditados. Pero también encontramos por convicción y vocación los cánones de la música eclesiástica como una de las cualidades dentro de su rigurosa formación como músico. Bajo esta perspectiva bien puedo concluir en afirmar que con todo, hay una marcada influencia en la obra de Lobato que se encuentra en el llamado “impresionismo musical”, y otra más en el concepto neoclásico. Es así como puedo delinear un retrato ostensible a su genio y figura.

A cien años de conmemorar el nacimiento del compositor michoacano Domingo Lobato (refugiado por décadas como jalisciense) nos queda la pregunta obligada: cuál es su legado? La respuesta indudable: su música. Ahí concentra toda su esencia; su fundamento que le vio crecer como persona;  trascender como artista y decano. Cada partitura donde plasma su imaginación sonora nos evoca un momento de su vida, diversas circunstancias  en proceso creativo que lo envolvieron en horas de trabajo e intimidad secreta  de su estudio; en soledad plena que le llevaron a escribir melodías que hoy permanecen y recrean en cada interpretación vívida y elocuente en las salas de concierto. Así entonces, su música perdura. Escuchemos, apreciemos y valoremos lo que él, en plena convicción, decidió crear con el fin de expresar emociones y sentimientos; conocimiento y entendimiento. Por todo ello bien merece su permanencia.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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