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Guillotina

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  • Antonio Nájera Irigoyen

**El hombre que fue jueves es una novela de Gilbert Keith Chesterton publicada en 1908. Alfonso Reyes la tradujo al español con un certero prólogo en una edición asequible gracias al Fondo de Cultura Económica. El hombre que fue jueves es un libro notable porque encierra, en una nuez, todas las cualidades de Chesterton: inteligencia y afabilidad, humor y desencanto, suspenso y penetración filosófica.

La anécdota es brillante por sencilla. Hacia principios de siglo XX, la policía de Scotland Yard recluta al poeta Gabriel Syme como parte de sus filas para combatir el anarquismo internacional. A través de distintas estratagemas, Syme conoce a un tal Lucian Gregory, anarquista de tiempo completo, que lo invita a una reunión del capítulo local del gremio. En él, se elige a Syme como su representante ante el Consejo Central de Anarquistas del Mundo a realizarse en fecha próxima.

Así, Syme acude al Consejo. Observa ahí que este órgano se compone por siete miembros. Cada uno de ellos, en aras de preservar su anonimato, porta el nombre de un día de la semana. Lunes, Martes, Miércoles… Syme ostentará el nombre de Jueves, y todos estarán bajo la égida de un enigmático personaje llamado Domingo.

Pero Syme está ahí —no lo olvidemos— para malograr una conjura anarquista internacional. Emprende su tarea y, para su enorme sorpresa, pronto descubre que cinco de los otros seis miembros del Consejo son también policías encubiertos. Todos juegan por la misma causa. Y es el propio Domingo quien los ha puesto a enfrentarse, unos contra otros, para seguir adelante con su plan. Hacia el final, en una última vuelta de tuerca, el lector se enterará de que Domingo siempre ha sido el mismo hombre que reclutó a todos los agentes.

Como se ve, el procedimiento literario de Chesterton es por lo menos ingenioso —los entusiastas, entre los que me encuentro, asegurarán que brillante. Es una exposición que se sirve de una elegante paradoja para desnudar la tozudez de los grandes sistemas de ideas y la forma en que los individuos se someten, trágicamente, a ellos. A quien acusa hoy, se le señalará mañana. Y recordemos siempre que a Maximilien de Robespierre también lo alcanzó la guillotina.

Antonio Nájera Irigoyen


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