Todo indica que nada está escrito sobre la jornada para elegir jueces, magistrados y ministros, el domingo pasado, porque en términos de porcentaje de votos fue mínima la participación ciudadana; tan escasa que no legitima ningún triunfo, pues según los optimistas datos difundidos oficialmente, acudió a las urnas 13 por ciento de inscritos en el padrón, mientras que los partidos políticos, con excepción de Morena, claro, revelaron que sólo 5 por ciento acudió a votar, lo cual es más creíble a juzgar por la poca afluencia, que de inicio hizo pensar que ni siquiera habían abierto las casillas.
En el Estado de México fue entrevistada la gobernadora Delfina Gómez Álvarez cuando acudió a votar en Texcoco, e informó que se había instalado 99 por ciento de las casillas en la entidad, lo que en ese momento de la mañana hacía prever una nutrida participación, pero eso reveló a lo largo del día que el Instituto Electoral del Estado de México, IEEM, había cumplido con su trabajo, pero la inasistencia de ciudadanos y ciudadanas a las urnas ya fue otra cosa.
Se dijo desde una semana antes que ya estaba listo un gran dispositivo de seguridad con participación de Policía Estatal, policías municipales y fuerzas federales como la Guardia Nacional y Secretaría de la Defensa, y por ese lado no hubo mayor problema, porque todo estuvo bajo control, pero por lo enmarañado de este proceso, que nunca quedó claro para la ciudadanía en momento alguno, sumado a que el gobierno federal nunca halló la manera de simplificarlo de forma que la ciudadanía se interesara por lo que al no saber de qué se trataba, esta simplemente no asistió a las urnas.
La pregunta que surge por sí misma es: ¿usted cree que una elección en la que el ganador o ganadora fue electo o electa por uno de cada diez votos, tiene legitimidad? ¿Se pondría usted en sus manos esperando justicia?
En lo personal, claro que acudí a votar, por dos razones: llevar a la práctica el principio de ir “por la libre”, que establece una diferencia a ir por la de cuota. Cuando viaja por la primera, aunque se tarde más, se va dando cuenta de muchas cosas que no se ven si se va por la autopista, así que me apersoné en la casilla correspondiente, y al inicio creí que me había equivocado, porque no había filas de votantes esperando su turno como ocurrió cuando fue la elección Constitucional, pero al acercarme vi que estaban trabajando los funcionarios de casilla, y entré. Me registraron, me entintaron el dedo y me dieron mis ¡diez boletas! Cada una con unos treinta o cuarenta nombres, divididos en seis boletas para la elección del Poder Judicial Estatal, y cuatro para el Poder Judicial federal. Me sorprendió encontrarme a jurisconsultos como Marco Antonio Nava y Navas, que estaba inscrito para competir por la presidencia del Poder Judicial Estatal y también para magistrado, y encontrar al experimentado y capaz doctor Ricardo Sodi Cuéllar compitiendo por un cargo de Ministro del Poder Judicial Federal, para el cual, indudablemente tiene capacidad, incluso para la presidencia.
Otra de las razones para acudir a votar fue que, en mi golpeado ánimo, aún existía la esperanza de que tal vez se podría inclinar la balanza en favor de los habitantes si con mi voto contribuía a que quedara la justicia en manos de un experto en derecho y con alto sentido de la justicia. En fin veremos qué pasa, aunque desde mi punto de vista lo mejor que podría hacer la presidenta Sheinbaum es anular ese proceso, y renunciar a darle gusto al rencoroso don Pejelagarto, y actuar en favor de los mexicanos y no de los cárteles...
Nos leemos ¡y cuídese mucho!