Entre las películas nominadas a varios premios Ariel que serán entregados el 20 de septiembre en una ceremonia en Puerto Vallarta, está el filme Sujo de Astrid Rondero y Fernanda Valadez. Sujo fue elegida para las secciones de Mejor película y Mejor dirección después de haber recibido el premio del gran jurado en el Festival de cine de Sundance y haber participado por parte de México en los premios Oscar de EUA y los Goya de España. Su breve paso por el circuito comercial de nuestro país muestra una vez más la falta de apoyo a la promoción y exhibición del cine mexicano. Pero Sujo no es la única entre las nominadas a Mejor Película que han sufrido este problema añejo, tampoco La cocina de Alonso Ruizpalacios, No nos moverán de Pierre Saint-Martin y Un actor malo de Jorge Cuchi han tenido una distribución adecuada (al igual que la mayoría de las nominadas en otras categorías).
La película empieza con una competencia de jinetes en un pueblo. En medio de los gritos de hombres y el relinchar de caballos, un corcel intranquilo se libera de sus ataduras y se aleja galopando por el campo nocturno. Cuando amanece su amo lo encuentra y agradece al niño que lo atrapó. El pequeño se llama Sujo, tiene cuatro años, vive con su padre viudo y le encantan los animales y la escuela. Con un montaje de escenas fragmentadas conocemos la historia del padre de Sujo, un sicario llamado El ocho, la vida de la tía Nemesia que recoge y esconde al niño cuando su padre es asesinado. Sujo crece con su tía y al lado de Jeremy y Jai, dos niños mayores que él, y su madre.
Después de una elipsis observamos a los tres adolescentes recorrer los caminos del campo y el cercano pueblo en motocicletas y el viejo coche del padre de Sujo. En contraste con las escenas diurnas que describen la convivencia con las mujeres, por la noche los jóvenes se mueven solos y tienen encuentros con pandillas y grupos del crimen. No observamos pero intuimos y escuchamos, los actos brutales que cuestan la vida de Jeremy y llevan a Sujo a la decisión de abandonar el pueblo. Ya en la ciudad de México y trabajando como cargador en el mercado de abastos, la curiosidad innata lleva a Sujo a buscar la cercanía de una escuela superior y una maestra que reconoce su necesidad de aprendizaje, sanación y una vida sin violencia.
El relato estructurado en capítulos es complejo en cuanto al manejo del tiempo y los fragmentos de situaciones y acciones que, como espectadores, tenemos que unir e interpretar. Los primeros capítulos se construyen en su mayoría con escenas nocturnas, planos a contraluz, impresiones del campo abierto con cielos profundos, insectos, cabras y perros. La presencia de mujeres que ofrecen protección, comida y cuentos, contrastan con los objetos y rituales masculinos como las convivencias ruidosas, los coches, motos y las armas. Sujo destaca por mostrar la violencia que sufrimos en México a través del tiempo. El filme observa una parte de sus raíces en el campo pero muestra que tampoco el ámbito urbano se salva de sus tentáculos. Un camino para salir del círculo vicioso del crimen que señala el filme es alejarse de él, desarrollar resistencia, aprender y apoyarse en la solidaridad de otras víctimas supervivientes. La complejidad de Suja confía en un espectador sensible y reflexivo ya que nos hace caer en cuenta que la violencia que vivimos tiene mucho tiempo y está marcando generaciones.