Los medios nacionales e internacionales hemos documentado los horrores del conflicto armado entre Israel y el grupo terrorista Hamas, hemos sido testigos del pánico que han experimentado jóvenes, viejos, recién nacidos, hemos visto las imágenes de los bombardeos, de los escombros de donde salen las víctimas de la guerra, todo eso desde la lejanía, todo desde las pantallas de los teléfonos o de la televisión, porque esa guerra, de nosotros se libra a más de 25 mil kilómetros y a ocho horas en el futuro, nunca lo atestiguaremos tan de cerca.
Ayer llegó a México una familia palestina, justamente del punto en donde el conflicto es cruento en todas sus dimensiones, el grupo conformado por May Abu y sus cuatro hijos, dos mujeres adolescentes de 15 y 14 años de edad, una niña de nueve y uno de ocho, gracias a que el abuelo paterno de su esposo nació en México y esa condición le valió para conseguir la nacionalidad y con ello la cancillería los reconociera mexicanos en el extranjero con la garantía de ser repatriados, la gran paradoja, el hombre de la familia, por quien tuvieron la oportunidad de salir, permanece en la Franja esperando a que las autoridades israelíes le permitan salir hacia Egipto.
May Abu y sus cuatro hijos llegan traumatizados al aeropuerto de Torreón, todo les causa exabruptos, el ruido de los aviones, el barullo de la gente, los mofles de los autobuses, los más chicos se acurrucan con su madre y no es para menos, ellos han experimentado la sensación de los bombardeos, el temor de morir en medio del fuego cruzado, cuantos allá no quisieran tener ascendencia mexicana, colombiana o española, cualquiera en estos casos es buena.
Ahora de viva voz sabemos que no hay comida, ni electricidad, no hay agua, ellos, los palestinos en México no tienen conocimiento de sus familiares, pasan, dicen horrorizados, viendo el cielo a ver si va a caer una bomba.