En un inusual y temerario acto de desesperación, la Diócesis de Chilpancingo - Chilapa en el estado de Guerrero decidió entablar una serie de pláticas con los capos del narcotráfico que tienen en su poder las carreteras que interconectan esos municipios de Guerrero hacia otros lugares, para lograr un acuerdo y desmarcar a la sociedad civil de la disputa que enfrentan grupos criminales por el control territorial.
Ocurrió en agosto del 2023 cuando el transporte en Chilpancingo sucumbió ante el embate del crimen organizado pues fue suspendido en la localidad por sendos ataques.
Ese lunes, comenzaron las ráfagas en una estación donde descasaban los conductores antes de seguir con la ruta.
En el lugar murieron tres personas, los criminales quemaron uno de los camiones y en su huida, mataron a otro que estaba en una marisquería cercana.
Ahora, los lugareños caminan por la carretera federal que va de Chilpancingo a Acapulco, esa misma semana otro conductor había sido asesinado en otra colonia de la ciudad.
Y el tema no solamente impacta a los lugareños, que de por sí se encuentran bajo el yugo de los delincuentes, en estado de sitio y aterrados por la ley de la plata o plomo, el fenómeno trasciende las fronteras de Guerrero y deriva en el encarecimiento de los insumos de la canasta básica, los transportistas de carga pesada y los públicos ya no quieren transitar por el sur del país, pero ni por el centro, ni por el norte, simplemente no hay garantías de seguridad.
Alguien, definitivamente debe tomar el control y no con esto quiero decir que lo hecho por los curas en Chilpancingo sea lo correcto, la negociación con los delincuentes es un arma de doble filo, se trata de una moneda al aire, pero ante los desaciertos de la autoridad, la sociedad civil debe tener las mínimas condiciones para desenvolverse.
Por esta razón, el Obispo Emérito, Salvador Rangel y el Párroco Filiberto Velázquez aseguraron que debieron hacer algo ante la indolencia de la autoridad y que el pacto que pusieron sobre la mesa no es definitivo, al menos lograron activar el transporte público.
El México en llamas y la Iglesia Católica como intermediaria sin otra arma en la mano más que un crucifijo y la palabra de Dios.
