Alguna vez un recién electo Presidente de México dijo que no había ciencia en gobernar, que era muy fácil, según él se requería voluntad y ser honesto. Se ufanó de su gabinete y dijo que se requería 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento de capacidad y así le fue al país.
Se cumplieron tres años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, apoyado por 30 millones de votos, sembró esperanza en esos que por el hartazgo contra otros partidos y por una legítima creencia de que él sería diferente decidieron apoyarlo. Otros que no votaron por él se hicieron a un lado y le dieron el beneficio de la duda, todo gobierno merece un periodo de gracia y confianza y se le otorgó.
Pero a diferencia de lo que ocurre en las películas en las que el triunfo es el final feliz que todo mundo espera, pues siempre hay un día después, un año después, tres años después, etcétera y esto está muy lejos de ser un final feliz hollywoodense.
Por si a México le hicieran falta factores externos, llegó la pandemia con las tan mentadas consecuencias. Ya van más de 232 mil muertos en México, la economía se derrumbó, se incrementaron los pobres en nueve millones, desde el gobierno federal no se protegió a los que crean los empleos, los empresarios, con todos los efectos negativos que esto conlleva.
Después del triunfo, el Ejército fue humillado en Culiacán con la detención y la posterior liberación de Ovidio Guzmán, el avance inexorable de los cárteles en toda la geografía nacional, entre ellos Guanajuato y la capital del país.
Hace unos días se realizó uno más de los actos que López Obrador gusta llamarlos informes y ahí dijo que la violencia disminuye en el país y que ya no hay masacres. No, ya no. Tamaulipas, Zacatecas y Guanajuato vivieron hechos que se parecen demasiado a una masacre, pero para el Presidente no cuentan.
Afirma que la economía se está recuperando, cuando dicen los que saben que el rebote normal de una caída como la que se registró por la pandemia no es una recuperación como tal, para llegar a una economía como la que tenía México antes de la pandemia faltan todavía varios años.
Y por si fuera poco, el presidente que dice que vamos bien, empleó dos semanas para pelearse con la clase media por no votar por Morena en la Ciudad de México y apunta de nuevo sus cañones hacia la prensa que no le aplaude sus acciones con su “Quién es quién en las mentiras”, desde la mañanera, donde se puede decir cualquier cosa desde el atril del Presidente.
¿Seguirá pensando que es no es difícil gobernar?