Sumario:Debemos llevar sus beneficios a los mercados que más influyen en la calidad de vida, sin sesgos políticos
A 10 años de la transformación de la Comisión Federal de Competencia Económica en un órgano autónomo, es momento de renovar visiones y prioridades para identificar hacia dónde debe ir
Hace unos días escuché decir al economista Tommaso Valletti: “Si nos preguntamos si a la población le importa y le gusta la competencia, la respuesta probablemente sería que no”. Y me llamó la atención una de las razones que expuso: “todos los beneficios que trae la competencia no se han observado recientemente”. Frente a esto, “las autoridades en la materia deben tener una aplicación vigorosa e independiente de la política de competencia”.
Entonces, ¿por qué debería importar la política de competencia? Porque existe evidencia de que los mercados competidos llevan a una reducción en el gasto de los hogares, a crecimiento del producto interno bruto y a una distribución más equitativa del ingreso. Por ello debemos llevar sus beneficios a los mercados que más influyen en la calidad de vida de las personas, sin sesgos ni tiempos políticos y de la manera más tangible posible.
Este mes se cumplen 10 años de la transformación de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) como órgano autónomo. En esta coyuntura, es momento de renovar visiones y prioridades para identificar hacia dónde debe ir la política de competencia. Desde mi perspectiva debe ir hacia la atención de las demandas más sensibles de la población.
Por ejemplo, en el mercado laboral, la competencia genera beneficios tangibles para los trabajadores. Sin prácticas monopólicas, las empresas compiten por la mano de obra de sus colaboradores, ofreciendo mejores salarios y condiciones laborales; así, premian el talento y esfuerzo honesto de millones. Además, corrigiendo problemas de competencia, se incide favorablemente para cerrar las brechas laborales de género que dañan a las mujeres en muchas industrias.
Otro de los ámbitos tiene que ver con que hoy nos encontramos frente a una economía cada vez más digitalizada. Lo que ha traído una gama de nuevas opciones de productos y servicios para la población, haciendo que las fronteras comerciales se difuminen y se acelere la globalización de los mercados. En este contexto de acelerados cambios, con el objetivo de que la población goce de los beneficios derivados de la digitalización, resulta importante que la autoridad de competencia actualice sus facultades y criterios para que exista piso parejo entre oferentes. Esto solo será posible mediante acciones preventivas y de vigilancia que combatan conductas anticompetitivas en los mercados digitales. La tarea es urgente si recordamos que, por su naturaleza, estos crecen a un ritmo más acelerado que los mercados tradicionales.
Finalmente, cada vez son más las empresas y gobiernos que establecen políticas encaminadas a fomentar la sustentabilidad y combatir el cambio climático. Aquí la competencia también juega un rol importante: si queremos que la gente adopte soluciones más limpias, es necesario que estén disponibles al menor costo posible; la competencia incide en la reducción de precios.
Además, en los mercados con más competencia, hay mayor innovación y las empresas tienen más incentivos para ofrecer productos y servicios con un menor impacto medioambiental. Mejorando sus procesos de producción, reducen residuos y emisiones para cumplir metas específicas de reducción de emisiones. Así, la política de competencia contribuye en la lucha contra el cambio climático al promover la adopción de mejores prácticas en beneficio de los consumidores y especialmente de las zonas vulnerables que suelen ser las más afectadas por este preocupante fenómeno.
En Cofece nos adaptamos a los retos actuales. Somos conscientes de la demanda social por contar con una economía justa e incluyente. Por ello, trabajamos con toda la dedicación para que la política de competencia sea un tema central en la agenda nacional, estatal y local, y se fortalezca desde lo público, lo privado y lo académico.
