Todavía no cambia y México ya cambió. ¿Estamos preparados los mexicanos para tener una presidenta mujer? La pregunta hace gracia, pero también provoca vergüenza y pena. Gracia, porque la pregunta suena a vieja, discriminatoria en descarado. Pena, porque la duda es válida en un país con un poder militar con el pecho cada día más hinchado y condecorado, pero también, por tener localidades en donde si una mujer llega a ganar una elección, por “usos y costumbres” es su esposo quien gobierna. Qué pena. Quedan tan solo nueve meses —número mujeroso con el que la espera termina por hacer gracia— para que los que no han podido, se hagan a la idea. El siguiente Presidente de México va a ser mujer.
Ninguna de las dos llegó por cuota ni tampoco privó en su elección la mirada de género, ni el baño de tintura violeta. Curioso y sorpresivo, pero sobre todo, un orgullo para todas las que han luchado no solo por ganar la igualdad, sino por hacerla patente y demostrarla. Dos mujeres serán candidatas a la Presidencia de México y no obtuvieron la oportunidad solo por serlo. Una ganó por leal y la otra por valiente.
Los periódicos más importantes del mundo retomaron la noticia. México, uno de los últimos países de América en hacer a sus mujeres ciudadanas y otorgarles el derecho a votar —logro del que justo el mes entrante se conmemoran apenas 70 años— se adelanta aún a Estados Unidos y Canadá al asegurar desde hoy, que la banda presidencial tendrá que pensarse con sisa y pinza para ceñirse a las dimensiones femeninas.
Claudia, física por la Universidad de Berkeley. Xóchitl, ingeniera por la UNAM. Claudia de clase media. Xóchitl de origen indígena y humilde. Claudia, política. Xóchitl, emprendedora e innovadora. Claudia, nombre latino. Xóchitl, náhuatl. Claudia y Xóchitl. Xóchitl y Claudia.
Tanto esfuerzo por lograr que una mujer disputara la Presidencia de la República y ahora resulta que hay dos haciéndolo. Dos mujeres en contienda. Con lo cual, el discurso durante tanto tiempo pulido y afinado de la importancia de una mujer en el poder pareciera ahora insulso. Entre ambas se han neutralizado. “Es tiempo de mujeres, es justo que una mujer conduzca los destinos de la nación”: una idea que ya no sirve, porque les sirve a ambas. Lo cual, de manera irremediable, nos llevará a que entre ambas luchen por hacer una diferencia: cuál de las dos es más mujer.
Una nueva categoría que significa cuál entiende mejor a las mujeres, cuál ha luchado más con y por ellas, pero, ante todo, cuál conecta mejor con las mujeres. Todo, por ganar el voto de la mayoría del electorado: el voto de las mujeres.
A la par de ello, la campaña tendrá que enfrentar una realidad aplastante: esta es la campaña de dos mujeres y muchos hombres. El Presidente detrás de Claudia, protegiéndola, lo cual también la desdibuja, al grado de que muchos piensan que de ganar, será él el que gobierne. Y muchos hombres detrás de Xóchitl, que buscarán mucho más de ella que salir tan solo en una foto.
Lo histórico es que aún antes de saber cuál es la ganadora, el techo de cristal está roto. Sin embargo, ambas deberán ir con mucho tiento, el suelo por el que tendrán que andar está ya plagado de astillas.