Soy el fan más fan del Grito de Independencia. Recuerdo con emoción cuando era niño, encendíamos la televisión y gritábamos frente a la pantalla lo que iba diciendo el presidente.
Por eso, este año, me quedo con muchos sentimientos encontrados.
El discurso de Andrés Manuel López Obrador fue magnífico, él y su esposa hicieron un gran papel, pero la multitud y los encargados de la transmisión oficial lo hicieron pésimo.
No me sorprendió que algún grosero le haya apuntado a nuestro presidente con un láser mientras salía a dar El Grito.
Lo que sí se me hizo verdaderamente lamentable fue que la multitud que estaba ahí lo haya permitido.
Si yo hubiera estado ahí y hubiera detectado que alguien se avienta semejante falta de respeto, ni le cuento de lo que hubiera sido capaz. No se vale. No es chistoso.
Háganle eso al presidente de Estados Unidos en algún evento y luego me cuentan cómo les va.
Señoras y señores que fueron a la plancha del Zócalo: ¿por qué no hicieron nada? Y no mientan diciendo que no se dieron cuenta o que no vieron de dónde salía el rayo porque, además, fueron varios.
Se me hace muy hipócrita que se pongan a gritar “¡Es un honor estar con Obrador!” mientas dejan que alguien atente así contra él.
O lo quieren o no lo quieren. Como en los tiempos de Calderón. Lo que no está bien es que le manden un doble mensaje tanto al Poder Ejecutivo como a quienes miran la transmisión en todo el mundo.
¡Sean congruentes! ¡Defiendan a AMLO! ¡Protejan El Grito!
A propósito de la transmisión, este año la dirección de cámaras dejó mucho qué desear.
Yo no sé si fue por la tormenta que cayó en la tarde, porque cambiaron de gente o por qué, pero la narrativa audiovisual de este evento fue de una torpeza imperdonable.
No puedo creer lo mal colocadas que estuvieron las cámaras, que las tomas privilegiaran más los errores que los aciertos, la falta de información ni la ausencia de ritmo.
No existe alguien que domine más la ceremonia del Grito que las mujeres y los hombres del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales del Gobierno de México (CEPROPIE).
Pues haga de cuenta que en este 2023 pusieron a pura gente nueva porque aquello se veía como de trabajo escolar.
No se necesita tener doctorado en medios para detectar que no hubo comunicación entre las diferentes áreas que produjeron El Grito.
Que alguien me explique por qué, en los momentos más importantes, veíamos gente pasando atrás de don Andrés Manuel y de doña Beatriz.
¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué estaban pasando atrás de ellos? ¿Por qué en ese momento? ¿Acaso sucedió algo malo que no nos dijeron?
No, y espérese. Se pone peor: ¿Quién era esa maldita persona que estaba asomándose en el balcón de al lado del presidente y su señora esposa, y por qué salió en la tele? ¡No! ¡No! ¡Y mil veces no!
Los tres grandes comunicadores que narraron el evento hicieron su mejor esfuerzo, pero es obvio que no les dieron elementos para crear un discurso.
Podría apostar que nadie les dijo, por ejemplo, que en este Grito, por primera vez en muchos años, pudimos volver a escuchar las verdaderas campanas de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México gracias a la restauración que la Cuarta Transformación hizo posible.
Si lo hubieran sabido, lo hubieran dicho en lugar de ponerse a repetir lo que acabábamos de escuchar en voz de AMLO. ¡No somos tontos! ¡Lo oímos! ¡Gracias! Si no tienen nada qué decir, retírense.
Qué vergüenza, de veras, que no hayan aportado nada, especialmente para las nuevas generaciones que no saben si la campana que toca el presidente es la que tocó Hidalgo o una réplica, por qué gritamos el 15 de septiembre y no el 16, ni nada de eso.
Hubo más información, hasta del megaconcierto de esa noche, en Tik Tok, Instagram y Twitter, dicha por los influencers más novatos, que en CEPROPIE. ¡Me muero! ¡Por eso los medios están como están!
Era imposible entender aquello, apreciar las inmensas diferencias con los gritos de los presidentes anteriores o sensibilizarse sobre la selección musical de este año.
¿Usted supo por qué eligieron esas canciones y no otras? ¿Por qué en ese orden? Bueno, ya, lo peor: ¿Usted pudo ver algo bien?
Había tomas estúpidas. Perdón por el adjetivo pero le juro que yo veía eso y, en varias ocasiones, ni siquiera alcanzaba a entender de qué parte del Zócalo estaba saliendo la imagen porque no ubicaba ni el Palacio Nacional ni la Catedral, ni nada.
No y ni hablemos de las tomas con las lentes salpicadas o de las larguísimas secuencias con pedazos vacíos de Zócalo porque entonces sí nos vamos a enojar.
¿Qué clase de productor de un evento de esta naturaleza permite que el mundo vea cachos del Zócalo sin gente? ¿Entonces lo del Zócalo lleno era mentira o qué? ¿Entonces sí había zonas VIP a las que no fue nadie o cómo?
Para que vea todo lo que pasa cuando no se hacen bien las cosas. Ahora sólo falta que la oposición se cuelgue de aquí para hacer lo suyo. ¡Mal! ¡Muy mal!
Soy el fan más fan del Grito de Independencia, pero creo que en este 2023 Andrés Manuel López Obrador, el presidente más popular de los cinco continentes, merecía otra clase de respeto por parte del pueblo que fue al Zócalo y otra clase de transmisión. ¿O usted qué opina?