Espectáculos

No vea "El juego del calamar, el desafío"

¿Puede haber una idea más estúpida que convertir “El juego del calamar” en un “reality show”? Pero más estúpida es la gente que se inscribió.

¿Qué parte de “ésta es una serie que critica lo peor de la humanidad” no entendieron? ¿Qué parte de “todos mueren” no les quedó clara?

En serio, sí hay que estudiar esto para entender lo bajo que hemos caído como consumidores de contenidos, como personas, como sociedad y en el caso muy concreto de Netflix, como sistema de creación y distribución de contenidos en línea.

No somos drogadictos audiovisuales ni Netflix, “El Chapo” del cine y la televisión. En algún punto tienen que caber la cordura, la ética y la responsabilidad.

Y ojo, es en ambas partes de la ecuación. No nos queramos curar en salud. Aquí todos estamos mal, del asco.

Déjeme la explico para que entienda la aberración de la que le estoy hablando.

Como usted sabe, Netflix sorprendió al mundo entero, hace ya bastante tiempo, con una serie coreana titulada “El juego del calamar” que no sólo fue un cañonazo de vistas, generó cualquier cantidad de conversaciones. Fue un fenómeno.

En la cúspide de la avaricia, Netflix anunció una temporada dos. Pero, espérese, se puso peor. Nos volvió a sorprender, hace unos cuantos días, estrenando “El juego del calamar, el desafío” (Squid Game: The Challenge”).

Esto es, para acabar pronto, “El juego del calamar” pero en el mundo real con más de 400 personas de todo el planeta haciendo lo mismo que se hizo en la serie.

No le voy a vender trama porque eso se me hace una falta de respeto a su inteligencia y a la mía, pero sí se necesita estar muy mal del cerebro y del alma tanto para generar este contenido como para entrarle.

Es como si yo le dijera: vamos a jugar a los campos de concentración de la Alemania Nazi. ¡No es un chiste! ¡Es enfermo! ¡Es monstruoso! Es la máxima demostración de que a este negocio ya se lo llevó el diablo.

En las redes sociales, por supuesto, los “doctos” portales y los muy “listos” influencers juegan a polemizar sobre las lesiones que sufrieron las personas que participaron. ¿Así o más idiota?

¡Antes digan que no se mataron! Vergüenza les debería dar haber participado en eso que, de origen, era magistral y que hoy tiene que ser un tema de reflexión bastante profundo en mi muy amada República de Corea.

¿Por qué? Porque “El juego del calamar” fue una obra maestra del poder suave. Gracias a esa emisión, millones de personas se acercaron, como nunca imaginaron y de manera muy positiva, a la cultura coreana.

Ahora, por culpa de esta cochinada, la cultura coreana está en riesgo de transformarse en algo malo, en algo peligroso, en algo perverso. ¡Qué nadie se dio cuenta cuando autorizaron el proyecto!

A mí no me importan el premio de cuatro millones y medio de dólares, el derroche de producción ni las “bonitas” historias de madre e hijo, adultos mayores y demás trucos baratos que colocaron en este ejercicio de televisión real para llamar la atención de las audiencias.

Me importa el daño moral que se le está haciendo a los suscriptores de Netflix porque, no nos hagamos tontos, esto es tan malévolo que ni siquiera está completo.

¿Me creería si le dijera que al final de todos los episodios que se subieron como temporada uno a esa plataforma no llegamos a la conclusión?

¡Es “reality show”! Si usted trata un formato de esta naturaleza como si fuera ficción, mata toda la parte de la credibilidad.

La gente que se mete a un “reality” no está actuando. ¿O sí? ¿Debemos entender entonces que, además de todo, “El juego del calamar, el desafío” es mentira?

Fíjese todo lo que pasa cuando se hacen mal las cosas. No se vale. Por favor no lo vea, no lo comente, no le haga el caldo gordo a los influencers. Esto no debió haber pasado nunca. ¿O usted qué opina?


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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • [email protected]
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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