Aquí hay muchas cosas que están mal. “Priscilla, reina del desierto” no debe ser vendida como la versión, en teatro musical, de una película de hace 30 años.
¡Qué flojera! “Priscilla, Queen of The Desert” fue hermosa pero estuvo muy lejos de ser el cañonazo taquillero que México esperaba y somos muy pocos los que quedamos de aquella generación que la elogió contracorriente.
A las chicas, los chicos y les chiques de hoy les importa un comino el cine australiano y ni remotamente captan la profunda valentía de quienes se atrevieron a contar esto en aquel entonces, cuando estaba prohibido.
Igual, si la gente responsable de “Priscilla” es la misma de “Todo el mundo habla de Jamie”, que se la pasó triunfando y ganando premios, entre ellos el de “mejor musical del año”, ¿por qué la publicidad no lo menciona con orgullo?
No me cabe en la cabeza que lo único que se diga de esta obra sea que hubo cambios en el reparto, en la dirección y en no sé cuántos otros asuntos cuando, honestamente, es lo menos relevante.
¿Le parece si borramos todos los chismes, todos los errores y volvemos a empezar?
En Ciudad de México, una de las capitales con más teatro del mundo, hay un musical capaz de poner a la gente de buenas y de hacerla que salga con ganas de irse corriendo a bailar.
Se llama “Priscilla, reina del desierto” y es, para acabar pronto, como si juntáramos “La más draga” con “Drag Race Mexico” y todo lo que las multitudes aman hoy.
Por si esto no fuera suficiente, la protagoniza la más grande diosa del mundo trans mexicano: la inmensa Alejandra Bogue.
Seguramente usted, como miles de adoradores del teatro, ama a Alejandra y la recuerda de montajes históricos como “Todos sobre mi madre” en el Teatro Insurgentes.
Imagínesela ahora haciendo teatro musical con una gracia, un talento y una agilidad mental simple y sencillamente admirables.
Sí, yo sé que el reparto de esta obra rota de función en función, que está lleno de gente valiosa y hasta de lanzamientos súper especiales, pero es como si Stephan Elliot y Allan Scott hubieran creado esto para Alejandra.
Para mí, no es “Priscilla, reina del desierto”. Es “La Bogue, el musical”, el más justo reconocimiento a una vida, a una trayectoria, a una lucha.
Y el resultado es como Alejandra: una oda a la sororidad, a la inclusión y al empoderamiento tanto de la mujer como de las personas del colectivo LGBT.
La narrativa de este espectáculo es tan divertida que no hay manera de estar ahí y de no carcajearse tanto con las ocurrencias del traductor original, el maestro Joserra Zúñiga, como con las cosas que van surgiendo sobre la marcha.
Porque este musical, sí, es como son los musicales, pero también es como un “show” de antro donde el público se la pasa interactuando y al final, después de dos horas y media de música, de risas y de baile, todas, todos y todes salimos cargados de energía, de alegría y de amor.
La historia es el viaje de tres dragas hacia el interior de sus inquietudes tomando al desierto mexicano como una gran metáfora de la realidad. Así de simple. Así de complejo.
Y cuando no estamos cantando en inglés estamos cantando a Juan Gabriel, a Selena, a Gloria Trevi o a Miguel Bosé entre chistes de todo tipo. ¡De todo tipo!
Desde la perspectiva del contenido, éste es un premio para las mexicanas y los mexicanos de hoy. El producto perfecto para el momento histórico perfecto.
Y desde la perspectiva de la producción, es un espectáculo monumental donde entran y salen las pelucas, los efectos especiales y un montón de recursos que ya quisieran en muchas otras propuestas.
Luche por ir ya, pero ya, a ver “La Bogue, el musical” (“Priscilla, reina del desierto”). Se presenta viernes, sábados y domingos en el Teatro México del Centro Teatral Manolo Fábregas. Le va a gustar. De veras que sí.
TIEMPOS DE ODIO
Sanar. Qué importante es sanar. Me meto a las redes sociales, pongo las plataformas, enciendo la televisión y lo único que encuentro es conflicto, conflicto, conflicto.
Yo sé que el conflicto es la base de todo: de las noticias, de los espectáculos, del drama.
Pero como que en los últimos años, primero con la lucha por los “ratings” y después con la irrupción del mundo digital, se nos ha estado pasando la mano.
Ya no estamos hablando de conflictos sino de auténticos ejercicios de odio, de polarización. ¡Todos contra todos!
Por eso hoy le quiero recomendar una película documental mexicana que se está presentando en cualquier cantidad de lugares, especialmente en festivales.
Se llama “El reencuentro, 500 años” y es justo lo que todas y todos tenemos que ver de inmediato.
¿Por qué? Porque no sólo es una estupenda experiencia cinematográfica. Es probablemente el primer documental de sanación en la historia de México.
¿Qué es un documental de sanación? Un filme donde, al mismo tiempo que miramos, nos transformamos, perdonamos, cicatrizamos.
En verdad es algo muy fuerte y si no me cree, agárrese: ¿Sabe usted de qué trata? Del encuentro entre Moctezuma y Cortés.
¿Puede haber un evento más lleno de odio que ése? ¿Puede haber un tema más duro, más doloroso y más polémico?
Ni se imagina lo que va a ver. Vamos de un viaje francamente maravilloso por los orígenes de la mexicanidad al reencuentro de los descendientes de esos dos personajes pasando por unos ejercicios que yo jamás había visto, mucho menos en el cine.
Va a suspirar, va a llorar, pero le juro que al final va a mejorar.
Qué gran trabajo del director Miguel Gleason narrado por María Rojo y tan lleno de valores de producción.
Cuando lo vea, ni lo piense. Véalo. Yo sólo espero que pronto obtenga una distribución mucho más masiva porque, insisto, México sería otro si nos regaláramos un poco de esto, un poco de sanación. ¿O usted qué opina?