Cada ciclo escolar, cada semestre, cada nuevo proyecto trae consigo la ilusión de empezar con fuerza. Sin embargo, también es cada vez más común escuchar frases como “ya no me siento motivado”, “todo me cuesta el doble”, o “no encuentro sentido a lo que hago”. Y la pregunta que surge entonces es: ¿realmente estamos ante una falta de motivación o más bien ante una pérdida de conexión?
Durante años, hemos hablado de la motivación como algo que nos lleva a un mejor desempeño, el motor interno que nos empuja a levantarnos, a persistir, a crecer. Pero poco se dice sobre lo que alimenta esa motivación, la conexión. Conexión con un propósito, con una comunidad, con nuestros valores y con nosotros mismos.
En entornos educativos y profesionales, solemos asumir que quien pierde motivación necesita más incentivos, retos o reconocimientos. Y sí, esos elementos pueden ayudar. Pero cuando lo que se ha perdido es la conexión profunda con lo que hacemos, cuando ya no entendemos para qué trabajamos, por qué enseñamos, o quiénes somos dentro del equipo, entonces ningún incentivo externo es suficiente.
He visto personas altamente capaces apagarse en espacios donde nadie las ve. Y también he sido testigo de cómo alguien aparentemente agotado, sin brillo, revive cuando se le escucha, cuando se le reconoce como parte vital del sistema. Porque no se trata sólo de métricas. Se trata de pertenencia, de sentido.
Hoy donde la hiperproductividad, la inmediatez y la fatiga emocional son parte del paisaje cotidiano, recuperar la conexión se vuelve una necesidad urgente. Los líderes educativos, los directivos, los docentes y cada integrante de una comunidad escolar debemos preguntarnos: ¿cómo estoy contribuyendo a que mi equipo o mis alumnos se conecten con lo que hacen? ¿Estoy cultivando vínculos significativos, o sólo gestionando tareas?
Conectar es más que motivar. Es mirar a los ojos, construir confianza, alinear metas personales con misiones institucionales. Es saber que tu trabajo importa, y que estas en el lugar correcto por una razón que va más allá del sueldo o del rol.
Hoy, más que nunca, vale la pena hacernos esta pregunta con honestidad: ¿lo que nos falta es motivación, o nos está haciendo falta conexión?